Redacción/ Quadratín México
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de febrero de 2018.- En el mundo, sólo 29 por ciento de los investigadores son mujeres, lo cual aumenta en Latinoamérica y el Caribe, con 45 por ciento, en México apenas alcanza el 36 por ciento y en países asiáticos y árabes la situación es peor, afirmó Miriam Peña, secretaria académica del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Al dictar la conferencia de apertura de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, que se celebra el 11 de febrero a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas, UNAM añadió en un comunicado, la científica señaló que esos porcentajes son muy bajos, dado que el sector femenino representa la mitad de la población.
En México, explicó Peña, hay 27 mil 800 integrantes del Sistema Nacional de Investigadores de todas las disciplinas, lo cual representa sólo el 0.2 por ciento de la población. De ese total, sólo el 36.6 por ciento son mujeres.
Aunque hay un avance, dado que en 1990 ellas representaban 21 por ciento, aún falta mucho. La astrónoma reconoció que la participación femenina en el ámbito científico ha existido desde la antigüedad, pero siempre en números muy pequeños. “Hemos estado rezagadas en ese sentido”, afirmó en el auditorio Paris Pishmish del IA.
Las mujeres, en general, no son apoyadas para realizar una carrera científica aunque demuestren que tienen capacidad. Cuando lo logran, se desarrollan más lentamente por factores como el embarazo y la maternidad, y obtienen poco reconocimiento. “Ocurre que a igualdad de méritos para un trabajo, se selecciona al varón.
Y en igual puesto, ellas obtienen un salario menor”. En México sucede lo mismo; tampoco son estimuladas para seguir una carrera, y mucho menos si es científica en física o matemáticas. Aún persiste la idea de que no tienen capacidad intelectual y de que su rol social es criar a los hijos y hacer labores domésticas.
Aunque parezca que hombres y mujeres reciben la misma educación, no es así, consideró la universitaria. Desde el nacimiento se hace una diferenciación: las bebés son suaves, tiernas y visten de rosa; los bebés son traviesos, entretenidos y visten de azul.
Más adelante, las niñas deben ser coquetas y femeninas, y los niños, fuertes, aguerridos, inteligentes, aventureros y ganadores. En los juguetes también hay distinciones: los de ellas son para cuidar bebés o cocinar, y los de ellos para correr, jugar a los superhéroes y pensar.
Aún más: se espera que el desarrollo de las mujeres sea en el plano social, que sean bonitas, arregladas y educadas para conseguir un buen marido, y cuando una dice que quiere ser científica sus padres le preguntarán por qué y dirán: “¿No las has visto? Son feas, desarregladas, no tienen impacto social, tampoco ganan mucho”.
Se trata de una visión popular que se promueve hasta en series de televisión. No nos dejemos impresionar, sentenció la secretaria académica del IA. “Las jóvenes deben seguir una carrera científica si es su interés, porque son capaces.
No hay prueba de que tengamos menos capacidad intelectual, podemos y debemos desarrollar una carrera en el área”.
Deben seguir el ejemplo de otras mujeres “fantásticas y atrevidas”, que han demostrado su capacidad en el medio científico, como Aglaonike de Tesalia, que en la Grecia antigua predijo eclipses; Hipatia, matemática griega, quien fue cabeza de la escuela neoplatónica en la Biblioteca de Alejandría e inventora de un astrolabio y un destilador de agua.
Trótula de Salerno, que en la Edad Media ocupó una cátedra de medicina en la escuela de la especialidad; Caroline Herschel, asistente de su hermano William, quien descubrió ocho cometas y presentó un trabajo en la Royal Society en 1798, y la primera en recibir un pago por su trabajo científico; y la más conocida de todas, Marie Curie, primera mujer en ganar un Premio Nobel, en 1903, cuando lo obtuvo en el área de Física, y que en 1911 obtuvo el de Química por sus trabajos en radioactividad.
Y mencionó que esos galardones han sido otorgados a 844 hombres, 48 mujeres y 27 organizaciones. De ellas, 16 obtuvieron el Nobel de la Paz, 14 el de Literatura; 12 el de Fisiología y Medicina; cuatro el de Química; dos el de Física y una el de Economía. En las ciencias duras, muy pocas han sido reconocidas.