Choque frontal de tráileres deja 4 muertos en la Siglo 21
Nezahualcóyotl, 16 de septiembre, 2017.- Desde agosto truenan los cohetes: a la puerta de la tienda doña Efigenia, esposa del tendero, ha colocado su mesa para exhibir brujas, chilladores, chinampinas, buscapiés, cañones, palomas, cohetones, luces de bengala para que los escuincles hagan sus pininos en esto del manejo de los juegos pirotécnicos.
–Tengan cuidado, chamacos: en un descuido pueden volarse un ojo…
–No tengas consuelo, jefa: nomás armamos unas bombas con pólvora de los que no truenan y nos metemos…
La noche, estas noches lluviosas, se llenan de estallidos domésticos que anuncian en la colonia la proximidad de las Fiestas Patrias. Los chamacos le rascan al monedero de la progenitora y se van tendidos a la tienda y hacen bulla alrededor del puestecillo, donde coexisten productos del país con sus tradicionales colores: verde, blanco, rojo, morado, amarillo canario, y artefactos elaborados en la mítica China.
Sean del país que sean, todos estallan (aunque algunos, según añeja expresión que conservan los chavitos, se “ceban”) y quienes pagan las consecuencias son los perros: ¿por qué le tendrán tanto pavor a los estallidos? Meten la cola entre las patas, aullan, tiemblan, orinan y defecan y hasta se meten bajo las camas y a ver quién es el valiente que logra sacarlos de ahí.
Entonces la calle se ve libre de estos animales, aunque no faltan aquellos que apenas el chamaco acerca la punta del cigarrillo o la flama del encendedor a la mecha del cohete –previa probada de “las tres”– esperan a que lo arroje y van tras de él e intentan apagarlo a mordidas con riesgo de que la explosión les destroce el hocico.
–Mira al Dandy, agarró una paloma bombocha… –Es que lo entrenamos en el Cuerpo de Antiterroristas… –Si le vuelan los dientes, nos hacemos un collar: dicen que es de buena suerte…
–Pues a ver, trae a tu perro, ¿por qué quieres que con los del mío?
Conforme el Mes de la Patria se acerca, llega y avanza rumbo a la noche del 15 de Septiembre, por las calles aparecen los vendedores de banderitas y rehiletes tricolores que adornarán, cada vez menos, las fachadas de viviendas y comercios.
El ambiente de fiesta se va colando y pese a la globalización el ambiente de patriotismo y patrioterismo llega y se establece y salen a flote las viejas grabaciones de Pedro Infante y Jorge Negrete (“Acuarela potosina”, “Serenata Huasteca”, “Fiesta mexicana”…) y hasta la relajienta “Fiestas de México” de Felipe Bermejo interpretada por Andrés Huesca y puesta a todo volumen en el tocadiscos del vecino que, no contento con su mexicana alegría, la quiere compartir con todo el vecindario sacando las bocinas a la azotea.
–¿Sería mucha molestia pedirle que le baje un poco a su ruidero, don Juan?
–Pus no, no mucha vecina, pero ni que fuera de diario el festejo…
–Pus no, pero de menos dele variedad al repertorio. Tanto y tanto se repite la música que hasta atosiga, nomás oiga… Noche mexicana hogareña, con ingestión de tostadas de tinga y pata de res envinagrada, pozole, tamalitos de mole rojo, chile verde y de dulce; para bajar bocado, unos jugos de cebada y para el desempance un tequilón que puesto en sobre dosis hará aflorar aquellos gritos de ¡Viva México, jijos del maíz palomero!
Claro, no faltarán quienes llenen la bodega de los alimentos con un pollo rostizado o unas pizzas de puesto callejero, porque afigúrese usted que los beneficios del desarrollo nomás no dan para este tipo de festejos… Pero de lo que puede que sí no nos privemos es de ir al Zócalo para entrarle al jolgorio y a los apretujones y a las olas humanas que como las de la mar van y vienen entre sombrerazos zapatistas, trompetas de plástico, huevos de harina o confeti, buñuelos con miel de piloncillo, quesadillas de maíz blanco o azul, tlayudas de Oaxaca, jarritos de limonada con vodka o cualquier marrascapache nacional que acelera el ánimo y desinhibe los sentidos.
Fiestas Patrias o la Unidad Nacional aunque sea de dientes p’afuera, entre serpentinas, jorongos, zarapes de Saltillo; ánimos que se desbordan con el ánimo de olvidarse un poco de la cotidiana soba que significa andar de arriba abajo en busca de algún empleo, aunque sea de lo que sea, para soportar mejor estos tiempos que amenazan con ponerse de a peso…