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Morena regresa al pasado con Félix Salgado
Hay un rastro muy marcado de incoherencia en la decisión de Morena de revivir políticamente a Félix Salgado Macedonio, quien el sábado pasado fue nombrado coordinador de organización de ese partido en el estado de Guerrero, cargo que anticipa su designación como candidato a senador.
Participante y protagonista privilegiado de la época constructiva del PRD en los años noventa, Salgado Macedonio fue incapaz, como dirigente, candidato o legislador, de hacer la más mínima aportación significativa a la izquierda del país y del estado de Guerrero. Cuando se requería de liderazgos, él se distinguió por su personalidad folclórica e insustancial, estruendosa pero insustancial, y por sus escándalos rociados con mezcal y pozole.
Subido a la ola de cambio político encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1988, Salgado Macedonio alcanzó una diputación federal en las elecciones de ese año y obtuvo celebridad al vaciar en la Cámara de Diputados un costal que había llenado con boletas electorales a medio quemar, recogidas de algún basurero entre Iguala y Teloloapan y presentadas como prueba del fraude que se habría cometido contra el entonces Frente Democrático Nacional. Ese gesto le ganó el apodo de “Diputado Costales”, y quien busque en su trabajo legislativo no encontrará nada más, porque no hubo más.
Después fue candidato del PRD a gobernador de Guerrero, en 1993, frente a Rubén Figueroa Alcocer, del PRI, y en 1994 senador, y en 1999 otra vez candidato a gobernador, ahora ante René Juárez Cisneros, a quien estuvo cerca de ganarle. En las elecciones del año 2000 obtuvo nuevamente una diputación federal.
No hay nada de interés o de algún valor que se pueda recordar de su paso por el Congreso, nada recordable como cabeza del PRD en Guerrero, una iniciativa, una propuesta, lo que fuera. Lo que se recuerda de él son sus chistes, sus salidas folclóricas y sus escándalos. Escándalos no menores, por cierto.
Como el de la tarde del 2 de septiembre del año 2000. El escenario fue la colonia Condesa, apacible sitio de restaurantes de la Ciudad de México en el que el diputado federal Félix Salgado irrumpió en una robusta y ruidosa motocicleta Harley Davidson acompañado de una decena de compinches motociclistas que tenían la intención de viajar a Acapulco. La Condesa es una zona que frecuentan los periodistas, y tuvo la mala suerte el entonces diputado federal que el escándalo que protagonizó fuera atestiguado por el cronista Roberto Zamarripa, que al día siguiente relató los hechos en el periódico Reforma.
Escribió el periodista que “el oficial Francisco Mota paseaba por el módulo de seguridad de enfrente. El deber lo llamó y solicitó a Salgado que no hiciera ruido. El oficial, vestido con traje de gala café, el quepí acomodado y las canas hasta en las patillas, le dijo: ‘Por favor, bájele’. La respuesta del diputado de Iguala fue de dos ganchos de derecha en el rostro contra el uniformado: uno le rasguñó a la altura del tabique nasal, y otro le inflamó la boca. Después arremetió contra otro oficial. La trifulca duró poco porque llegaron una docena de patrullas y efectivos del Grupo Alamo en auxilio. Detuvieron a ‘Cara de Guerra’, uno de los amigos motociclistas del grupo de Félix. Tardaron 10 minutos en subirlo a la patrulla 03178, porque opuso resistencia. A Félix, quien corrió para comprar las cervezas, lo encontraron atrás de la pila de cartones de las Modelo en un autoservicio. Entre dos policías lo cargaron y llevaron casi al ras del suelo a la patrulla GP022. Con el torso desnudo, Félix sólo meneaba la cabeza. Su amigo Andrés, un hombre canoso y de espejuelos para vista cansada, confirmó: venimos de la Obrera de comer pozole y echarnos unos mezcales”. Fue llevado en esas condiciones a la agencia 7 del Ministerio Público y ahí liberado por respeto a su fuero.
Dos días más tarde, Salgado Macedonio volvió a esa agencia del Ministerio Público y presentó una demanda contra los policías que lo detuvieron. Los acusó de los delitos de robo, lesiones, privación ilegal de la libertad y violación a su fuero constitucional. Además, aseguró ser víctima de un “hecho fabricado” por el gobierno para acabar con su carrera política. No engañó a nadie. Al final se acordó el perdón –él perdonó a los policías que osaron importunarlo— y se zanjó el conflicto. Pero por este episodio el PRD le suspendió sus derechos partidistas durante tres meses.
Desde este escándalo, el diputado federal renunció a las motos. Pero siguió siendo el mismo individuo irresponsable de siempre. En el 2005 ganó la presidencia municipal de Acapulco por el PRD, y es verdad que en su paso por la alcaldía no escenificó ningún borrachazo, nada más inauguró el ciclo de violencia que desde el 2006 no deja en paz al puerto. Aún se debate si, como candidato del PRD y luego como alcalde, Félix Salgado mantuvo nexos con los grupos del narcotráfico que entonces se disputaban el control de Acapulco, el de Sinaloa y del Golfo, pero lo cierto es que el entonces secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, dijo en febrero de 2007 que era investigado por esa sospecha. Nunca se formalizó esa acusación, pero en el ámbito político todavía se da por cierta y es materia de sobremesa que en su campaña por la alcaldía Salgado Macedonio recibió dinero no de un grupo del crimen organizado, sino de los dos pese a que rivalizaban, y que fue eso lo que detonó la violencia en el puerto y las amenazas que solía recibir una vez que asumió el ayuntamiento.
En una muestra de su estilo de hacer las cosas, en diciembre de 2014 se informó –no él, sino sus compañeros— que Félix Salgado había renunciado al PRD por la indignación contra Angel Aguirre Rivero después de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Félix Salgado dejó correr esa versión y desde entonces comenzó una labor de hormiga en favor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador. Este sábado se supo, por él mismo, que nunca renunció al PRD. Este es el personaje escogido por Morena para ser senador por Guerrero. Alguna vez despertó entusiasmo social y obtuvo votos. Pero ya no. Si finalmente es candidato, López Obrador le tendrá que hacer la campaña porque dudosamente ganaría por sí mismo. Y si gana, será un lastre para Morena y una vergüenza nacional.
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