Simpatizantes de Álvarez Lima y Ana Lilia asisten a mitin de Sheinbaum
CDMX, 3 de marzo, 2017.- El plan fiscal de Donald Trump, que busca incentivar la inversión en Estados Unidos, compromete una reducción en los impuestos corporativos, medida que desarmaría a México en sus atractivos de fomento a la inversión privada y que afectaría al comercio nacional aún más que las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
El riesgo para México involucra también sus finanzas públicas, ya que para contrarrestar el plan fiscal de Trump, el gobierno se vería obligado a reducir impuestos y dado que el margen de maniobra del país en cuanto a sus finanzas públicas es limitado, la calificación crediticia estaría en la mira de las calificadoras.
Con esto, la renegociación del TLCAN pasaría a segundo grado de preocupación para el gobierno mexicano, ya que el plan fiscal de Trump propone reformas significativas a la forma en que las empresas son gravadas en Estados Unidos y para su aprobación no depende de instancias internacionales, sino de la mera voluntad y votación del Congreso que actualmente es en su mayoría republicano.
Esta realidad no se está viendo en México. Baste señalar que el 22 y 24 de marzo se llevará a cabo en Acapulco la 80 Convención Bancaria, bajo el título “El dilema global: liberalismo vs populismo” en este evento se sigue privilegiando la idea de que el TLCAN debe seguir operando.
De nueva cuenta como si el tiempo no hubiera pasado surgen los nombres de Jaime Serra Puche, ex secretario de Comercio y Fomento Industrial; de Carla Hills, ex Representante de Comercio de los Estados Unidos, y de Michael Wilson, ex secretario de Comercio de Canadá.
La Convención Bancaria se dará en medio de la incertidumbre que ha generado el futuro del TLCAN, pues el gobierno de México se apresta a enfrentar la renegociación o la muerte del tratado comercial con Estados Unidos.
Muy distante queda aquella tarde del 7 de octubre de 1992 cuando el presidente George Bush abrazó a Carlos Salinas de Gortari en el hotel Plaza San Antonio, Texas. Terminaban las negociaciones del TLC y se alistaba su firma. Ese año terminó sin sobresaltos y en 1993, pese al asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el crecimiento acumulado cercano al 4%, paridad cambiaria e inflación controladas, una reforma que introdujo consejeros ciudadanos al Instituto Federal Electoral , elecciones en calma y una aceptación del 82% al Presidente.
Salinas parecía salvar a México, pero en el año 1994 una suma inaudita de acontecimientos interrumpió el sueño del primer mundo. El 1 de enero de 1994, los ojos de México y el mundo apuntaron al sureste del país, en el estado de Chiapas, donde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), guerrilla conformada en su mayoría por indígenas, anunciaba su aparición pública y declaraba abiertamente una guerra al Gobierno en demanda de democracia, libertad y justicia para los pueblos indígenas de Chiapas y el país.
A tres meses de haber comenzado el despliegue armado de los zapatistas en el estado de Chiapas, fue asesinado el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio Murrieta el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California.
Se le llamó el “error” de diciembre porque cuando se le cuestionó a Carlos Salinas de Gortari sobre su participación en la devaluación él contestó: “Fue la nueva administración la que no supo cómo hacer las cosas, en veinte días se acabaron el país”.
En unos cuantos días se disolvieron los espejismos de llegar al Primer Mundo. El nuevo presidente (Zedillo) acusó a la administración anterior de haber causado este problema; mientras que Salinas responsabilizó de la debacle al supuesto mal manejo del nuevo mandatario en las primeras semanas de su sexenio, por lo que este episodio fue bautizado como “el error de diciembre”.
El autor es académico de la Facultad e Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.