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MÉRIDA, Yuc., 4 de septiembre de 2021.- Este viernes se cumplió un mes de la muerte de José Eduardo Ravelo, tras sufrir tortura y violación presuntamente a manos de elementos de la Policía Municipal, este día en el que agentes de las fiscalías General del Estado y de la República cerraron diversas calles del Centro Histórico de Mérida para reconstruir los hechos que vivió el joven originario de Veracruz.
Todo inició antes de que saliera el sol. Una decena de agentes federales salió en dos camionetas blancas tipo pick up. Les colocaron los números 464 y 353, los mismos de las patrullas de la Policía Municipal de Mérida que participaron en la detención y sometimiento de la víctima.
Entre los elementos especializados estaba uno en particular que vestía un pantalón de mezclilla y cargaba una mochila. Realzaba entre su ropa dos papeles pegados en su pecho y espalda con el número uno marcado, era José Eduardo que volvió unas horas a Mérida para realizar de nuevo su último caminar en la ciudad blanca antes de morir, esta vez interpretado por la autoridad.
Eran cerca de las dos de la mañana, en coordinación con la Secretaría de Seguridad Pública, cerraron las calles donde todo sucedió. Primero fue la 71 esquina con la 62 y 64, en las puertas de un taller, en donde José Eduardo fue interrogado por primera vez por policías municipales.
Después se fueron al parque de San Juan, donde frente a decenas de personas que en un inicio ignoraban que sucedía, José Eduardo corrió por la calle 62 hasta llegar al parque donde brinco y se colgó de una reja de la Iglesia que, pese a que se tambaleó, resistió los embates del joven.
El intérprete siguió y tomó la calle 69 y al llegar a la 60 se tiró debajo de un vehículo, justo como lo hizo Ravelo ese día donde parecía desesperado e intentó refugiarse debajo de una combi. Minutos después regresó al parque de San Juan.
En la calle 67-A tiró unos conos y pasó frente a la gasolinera para ir a la calle 64 y llegar a la 62 donde tomó una piedra, la misma que lo llevó a sufrir la triste historia que se conoce y que a un mes la familia aún exige justicia.
Tal y como lo mostraron los videos de prueba, quien representó a José Eduardo lanzó la roca dentro del sitio de taxis, aunque en esta ocasión no le pegó a nadie.
Tras esa acción no llegó muy lejos, cruzó la calle y se sentó en la banqueta frente al atrio de la Iglesia Candelaria, donde fue sometido por los policías municipales que se estacionaron sobre la calle 69.
En la diligencia de la reconstrucción de los hechos participaron 10 agentes federales que tenían números para identificar a los policías municipales que participaron en la detención.
Como si se tratara de una película, en todo momento fueron seguidos por un equipo de camarógrafos y fotógrafos que registró de manera puntual todo el proceso que terminó en las instalaciones de la Policía Municipal a donde llegaron las camionetas que simularon las patrullas y que ingresaron por la calle 52.
Dentro de la Comandancia Municipal participaron dos patrullas y ocho agentes federales que, como en los videos de prueba sobre el caso de abuso, tortura y violación, bajaron de la camioneta al joven veracruzano.
A diferencia del día en que José Eduardo fue sometido por el mismo número de policías, quienes lo dejaron por 40 minutos en un punto muerto que las cámaras no alcanzaron a grabar, en esta ocasión no lo despojaron de sus ropas y lo ingresaron a la misma celda donde estuvo inconsciente por horas.
En dos grupos, los agentes que simularon a los policías municipales recrearon el momento en que José Eduardo fue puesto en libertad hasta que se alejó caminando por la calle 57 como ese día que no se olvida, esta vez sin el dolor que sentía en cada paso que lo alejó de la Policía.
Pero la reconstrucción de hechos no terminó ahí, la diligencia se trasladó hasta la frutería La Siembra, ubicada en la colonia Chuburná, donde el joven de 23 años trabajaba.
Igual que en su declaración, llegó en un taxi y le pidió dinero a su patrón para pagar el servicio.
El güero llegó para intentar trabajar pese a todo lo que le pasó, sin embargo, su jefe se percató de sus lesiones y le dijo que no, que fuera con un médico.
El amigo con el que vivía, acompañó a Ravelo a una farmacia de Similares y después al departamento donde le tomó las fotografías de las lesiones que sufrió.
A las 6 de la tarde se comunicó vía telefónica con su madre, la señora Dora María Ravelo, a quien le platicó lo que le hicieron los policías.
A partir de ese momento su mamá fue ignorada por las autoridades municipales, por lo que la Fiscalía General del Estado le brindó el apoyo necesario para darle seguimiento a su denuncia y el Gobernador Mauricio Vila se reunió con ella para, a diferencia del alcalde Renán Barrera, expresarle su sentir y asegurarle que se hará justicia.
La falta de sensibilidad del Ayuntamiento de Mérida generó que el caso de presunta tortura, violación y homicidio de José Eduardo llegara a nivel nacional, en donde el Presidente de la República ordenó a la Secretaría de Gobernación, a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a la Fiscalía General de la República, atraer la investigación para sancionar a las autoridades que buscan encubrir los hechos.
Es por ello que este viernes, a un mes de su muerte, José Eduardo Ravelo regresó unas horas a la blanca Mérida en el cuerpo de un agente federal, para mostrar su último caminar por la ciudad en la que buscó una oportunidad para salir adelante sin pensar que a su corta edad sería una despedida, un adiós en el que miles de ciudadanos, asociaciones y organismos de derechos humanos claman justicia, una que aún no llega.