Sheinbaum responde a Trump: diálogo y cooperación, no amenazas
TOLUCA, Edomex, 9 de mayo de 2017.- Arrancó el debate… también los madrazos.
En plena puerta del Instituto Electoral del Estado de México, las hordas del petista, Óscar González y la morenista, Delfina Gómez se enfrascaron en jaloneos, mentadas de madre, empujones y puntapiés.
La reyerta duró poco más de cinco minutos, mientras samaritanos trataban de poner orden, paz, calma.
Entró el debate y la que arrancó, Josefina Vázquez Mota fue recibida a mentadas de madre. Pero a Del Mazo le fue peor.
Ahí canalizaron la energía y “picudez” los esbirros.
Les entró la madurez, la denominada civilidad política.
Óscar y sus huestes, llegaron primero. Y primero en tiempo, primero en derecho.
Se avocaron al primer plano de las pantallas y se agandallaron el enlonado.
Matraqueros y expertos en el ruido, los petistas torpedearon toda entrevista.
Subían el volumen del audio y lo bajaban a discreción.
Opacaron a un pequeño grupo de simpatizantes de Morena, presuntos trabajadores del gobierno de Texcoco.
Pancartas en mano, defendían a la candidata opositora. Argumentaba que el descuento del 10 por ciento a la nómina de los empleados fue “acordada” por los denunciantes.
Nunca mostraron credencial alguna que les acreditara como empleados municipales, solo pingües pancartas que denostaban a Josefina, pese a que la denuncia panista va sustentada y documentada.
“¡Delfina, señora, serás gobernadora!” “¡Delfina, señora, serás gobernadora”, gritaban.
A unos metros, el paso firme de Juan Zepeda. Dedos meñique y pulgar arriba, muestra de confianza y triunfo.
Llego a pie. Cachondeó con los reporteros. Fotos, más fotos, cuál matador que se lleva rabo y orejas.
“¡Eres un traidor, Zepeda!” “¡Te vendiste!”, le restregaban en su cara los inquisidores morenistas.
Sigilosos, de nueva cuenta el Anonymus Toluqueño.
Ahí estaba el fantasma de Isidro Pastor.
Ahora fueron menos intensos. En número y protesta.
Solo un sobre amarillo con un grueso expediente que contenía las irregularidades de Delfina a su paso por el gobierno de Texcoco.
Las obras que fueron entregadas en plena opacidad a empresas amigas venían documentadas. Poco más de 8 millones, según ellos.
Hoy el Estado tuvo poca participación. Pobremente dos patrullas, una ambulancia y media decena de efectivos resguardan discretamente y a distancia a unos mil simpatizantes, todos ellos de las izquierdas, por cierto.
Con banderas entremezcladas, se avanzó la primera media hora.
Afuera, afónicos animadores, ya sin pulmón alentaban a los simpatizantes.
Los perredistas en la esquina oriente elevaban el volumen de un clásico: sacaremos ese buey de la barranca, seguido de un: “¡ya llegó, ya está aquí, el que va a chingar al PRI!”.
El alboroto fue mayor cuando seis hombres sacaron monumental pastel con el logro del partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas y el nombre de Juan Zepeda, el candidato perredista.
La guerra fue afuera. Ahí estuvieron los reclamos.
Ya está la efervescencia.
También está la recta final.
Ahora a la evaluación de los candidatos y el debate.
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