La Armada de México es un baluarte de libertad: Claudia Sheinbaum
CDMX, 21 de marzo, 2017.- La tarde del 7 de octubre de 1992, el presidente George Bush padre abrazó a Carlos Salinas de Gortari en el hotel Plaza San Antonio. Terminaban las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) y se alistaba su firma. El año terminó sin sobresaltos y en 1993, pese al asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el crecimiento acumulado era cercano al 4%, la paridad cambiaria e inflación controladas, una reforma que introdujo consejeros ciudadanos al Instituto Federal Electoral , elecciones en calma y una aceptación del 82% al presidente. Salinas parecía salvar a México, pero en 1994 una suma inaudita de acontecimientos interrumpió la fantasía de ingresar del “primer mundo”.
El TLC, entró en vigor en el primer minuto de 1994, fue bienvenido con el levantamiento armado en Chiapas. México y el mundo no se recobraban del asombro de ver a un levantamiento indígena contra el gobierno, y una devaluación cuando el gobierno de Ernesto Zedillo cumplía escasos 28 días. Zedillo acusó a la administración anterior de haber causado este monumental problema, mientras que el antecesor atribuyó la debacle al supuesto mal manejo del nuevo mandatario en las primeras semanas de su sexenio, por lo que este episodio fue bautizado como “el error de diciembre”.
El 23 de marzo, fue asesinado el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y el 28 de septiembre, fue ultimado el secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. Durante 12 días se dieron cruentos enfrentamientos entre el EZLN y el Ejército en distintos municipios de Chiapas con un número indeterminado de muertos. El 16 de febrero el EZLN anuncia el inicio de las negociaciones de paz, y el 20 del mismo mes llegan a San Cristóbal de las Casas 19 delegados policía militar instalan cinturones para resguardar las negociaciones.
De acuerdo con Carlos Salinas, entre los beneficios que ha dejado TLC, suscrito entre Estados Unidos, Canadá y México, está el aumento de las exportaciones mexicanas, que en 23 años pasaron de 130 millones de dólares al día a mil millones de dólares. El TLC fue vendido como una reforma que resolvería, por sí sola, muchos de los problemas que el país tenía. Pero una reforma, aunque sea de gran envergadura, no es suficiente para ser el remedio de todas las carencias que enfrentamos.
En México falta vincular al sector exportador con el resto de la economía. Falta extender los beneficios de que han gozado las grandes empresas a aquellas que no lo son. La apertura comercial fue rápida y dolorosa. México se ha movido en las últimas dos décadas, pero no lo suficiente para la mitad de su población. Por todo lo que debió haber sucedido –de la mano del libre comercio–, pero que no sucedió. Ahora nos tocará un futuro incierto en virtud de que en el guión del TLC la apertura y la integración con los Estados Unidos parecía como la brújula que habría de llevarnos a buen puerto. El autor es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM