Claudia Sheinbaum firma decreto que garantiza igualdad sustantiva
CDMX, 15 de marzo, 2017.- En la revista Foro Internacional, del Colegio de México, la investigadora Érika Ruiz Sandoval menciona que “revisar la política exterior durante el sexenio de Vicente Fox equivale a evaluar algo que nunca fue”. Ruiz Sandoval afirma “quizá más que en ningún otro momento de la historia reciente de México, la política exterior entre 2000 y 2006 fue un ejercicio vacío que, si acaso, trajo más problemas que soluciones.
En retrospectiva, afirma la académica tal vez esto no sorprenda a nadie, toda vez que el sexenio de Vicente Fox resultó, en prácticamente todas las áreas, no estar a la altura de las expectativas de propios y extraños”. Fueron muchos los cambios de forma y poca la sustancia que guiaron a la mayor parte de las acciones gubernamentales. En el caso de la política exterior, donde la forma muchas veces es fondo, el “nuevo estilo” resultó poco menos que desastroso.
La novedad en el proyecto del entonces secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda radicaba en buscar la profundización de la relación, es decir que se trataría de incluir progresivamente todo aquello que quedó fuera del TLCAN, o sea todo lo que no fuera estrictamente libre comercio y que es propio de una relación de interdependencia compleja como la que tienen México y Estados Unidos, y en menor medida con Canadá.
Al proyecto se le dio el nombre informal de “TLCAN-P1US”. El punto focal más inmediato de esta nueva estrategia de profundización de las relaciones con el principal socio de México era conseguir un acuerdo migratorio integral con Estados Unidos que permitiera ordenar el tránsito de migrantes mexicanos hacia ese país.
La justificación para tratar de conseguir un acuerdo de esta naturaleza estaba a la vista: el flujo de migrantes de México a Estados Unidos era por mucho, el mayor del mundo. Se calculaba en el año 2000, que emigraban al país vecino 600 mil mexicanos al año entre documentados e indocumentados.
Aunque la migración mexicana hacia Estados Unidos es ya un fenómeno histórico, ninguno de los dos países había hecho nada por regularla. Para Castañeda parecía una contradicción evidente que México fuera ya el segundo socio comercial de Estados Unidos y que, sin embargo, en el ámbito migratorio no hubiera acuerdo entre ambos países.
Peor aún, frente a la “política de no tener política” al respecto del gobierno mexicano, desde mediados de la década de los noventa Estados Unidos tomó medidas unilaterales para contener el flujo migratorio que no había hecho más que crecer debido a las recurrentes crisis económicas mexicanas de las últimas décadas.
En el año 2000 y debido a la estrategia de contención estadounidense los cruces fronterizos se habían vuelto de alto riesgo y 490 mexicanos habían encontrado la muerte en su intento por llegar “al otro lado”: más de un muerto por día. Ésta era, en la visión del nuevo responsable de la cancillería, una situación insostenible y vergonzosa.
Era, por tanto, imperioso poner el tema migratorio sobre la mesa de negociación de la relación bilateral. A primera vista, los tiempos parecían favorecer una propuesta de este tipo. Vicente Fox había ofrecido hacer del tema migratorio una prioridad de su gobierno. Además, las circunstancias de su llegada al poder lo habían convertido en una suerte de “héroe democrático” que prometía verdaderos cambios al statu quo en todos los sentidos.
Por último, ya desde la campaña, Fox se había propuesto gobernar también para los 20 millones de mexicanos que vivían en Estados Unidos, por lo que era visto como un verdadero campeón de la causa migratoria. Cabe destacar en ese sentido sus discursos de campaña en Estados Unidos dirigidos hacia ese sector de la población y la creación, dentro de la Oficina de la Presidencia, de una dependencia encargada en concreto de este tema bajo la batuta de Juan Hernández.
La idea de que el país debía tener una política exterior plenamente subordinada a los intereses económicos y comerciales dejaba un margen de maniobra muy estrecho. El ridículo de Fox en mediar en cuanto conflicto aparecía en el escenario internacional – llegó a niveles de nunca vistos en la política exterior mexicana.
Baste recordar los intentos de mediación de Fox en los casos de Colombia y las dos Coreas-; en mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio en materia de derechos humanos -cómo reclamar derechos humanos, o en ser la sede de cuanta conferencia internacional se proponía.
En la región montañosa de Xi’an, entre el Palacio de Huan Ching y el Museo de los Guerreros y Caballos de Terracota, los colaboradores e invitados del presidente Vicente Fox -inspirados por Jorge Castañeda- jugaron a las escondidas entre las figuras de cerámica; un funcionario de Tv Azteca le dijo “mamón” al entonces embajador de México en China, Cecilio Garza, y Martha Sahagún… pidió tres deseos.
Al amparo de las puertas que se abrieron en ocasión de la visita del jefe de Estado mexicano, hasta las figuras de los Guerreros de Terracota -consideradas maravillas del mundo- estuvieron en riesgo. Sí, porque nadie puso orden y cuando alguien lo intentó -caso del embajador Garza-, fue maltratado por el vicepresidente de Televisión Azteca, Jorge Mendoza: quien le expresó:
“estas asumiendo una actitud muy mamona!”. Tras el regaño, el diplomático mejor optó por el bajo perfil en el resto del recorrido y quién sabe si algo tuvo que ver el incidente, pero el caso es que ya no apareció en la comitiva del mandatario en el traslado a Shanghai, última etapa de la gira.
El autor del artículo es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.