Poder y dinero
He visto muy de cerca ocho transiciones presidenciales.
Y en mi memoria nunca han dejado de existir los amarranavajas entre el presidente que sale y el mandatario, en este caso mandataria, que está a punto de acceder al máximo poder político que ha creado nuestro sistema.
Enemistar a Claudia Sheinbaum con López Obrador, o viceversa, es un trabajo que saben hacer muy bien en beneficio de sus intereses, los grupos de poder.
A López Portillo de inmediato los echeverristas en desbandada quisieron enfrentarlo con el personaje de San Jerónimo. El pretexto es casi igual al que se presentó en las siguientes siete transiciones presidenciales.
El populismo y la ilusión del Tercer Mundo fueron condenados por los nuevos Savonarolas.
Después unos porque devaluaron; otros porque no lo hicieron.
Hubo quienes trataron de vender modernidad al Tlatoani que estaba por llegar al poder.
A Miguel de la Madrid quisieron madrugarle el destape de Carlos Salinas y se corrió el rumor de que el elegido era el Doctor Sergio García Ramírez y hubo un desfile de despistados que corrieron a la casa del entonces procurador para “felicitarlo”.
Después del tormentoso y accidentado ascenso al poder del Doctor Ernesto Zedillo, vino un impasse al llegar Vicente Fox a la presidencia.
Pero ni el presidente de las botas se escapó de los aceleres y cuando pensaba que tenía planchado el camino para que lo sucediera su amigo Santiago Creel, cuando de pronto, en Jalisco, se le apareció en un festejo charro Felipe Calderón disfrazado de “El hijo desobediente” y el gozo de Creel se fue al pozo.
Calderón no cuido a nadie.
El esperado era su amigo Ernesto Cordero y la nomenclatura le comió el mandado y postuló a Josefina Vázquez Mota, quien perdió estrepitosamente ante Enrique Peña Nieto. En esa elección no hubo segunda fuerza panista. La ocupó el PRD con López Obrador. Vázquez Mota solamente quedó arriba del voluntarista Gabriel Quadri.
En el gobierno peñista nunca pudieron jugar la sucesión de manera civilizada Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong.
Esa disputa fracturó al PRI y Videgaray, sin duda el más influyente en el ánimo de Peña, inventó las candidaturas ciudadanas y el PRI, junto con el PAN, se fueron al abismo ante un tsunami guinda encabezado por López Obrador.
Así ha sido. Con Zedillo Roberto Madrazo saboteando a Francisco Labastida.
Con Fox, ya se dijo, los calderonistas, presuntos herederos de Castillo Peraza, le comieron el mandado dejando a Creel en la imaginaria.
Con Calderón lo mismo sacando de la jugada a Cordero.
Y ahora, después del nuevo tsunami guinda encabezado por Claudia Sheinbaum, está claro que, de dentro y de fuera, tratarán de ganar un terreno hacia el 2030 los grupos de poder que rodean a la que llega y al que se va.
¡Así son de madrugadores¡
¿Cómo se les llamaría a esos malandrines?
Sencillamente “Los Amarranavajas”.