Declaraciones de México y Oaxaca
Hace unos días vimos una escena un tanto dantesca, rayando en lo irreal y en una broma de muy mal gusto.
Un periodista en plena “mañanera”, le preguntó al Presidente Andrés Manuel López Obrador por la carta que dirigió a la monarquía de España, en la cual le solicitó pidiera disculpas al pueblo mexicano por todos los agravios sufridos por la época de la Conquista.
El asunto que nos atañe no es lo histórico del llamado, el cual merece un análisis aparte; pero el punto central es que periodista le comenta que ha rastreado esa carta por varias oficinas de su gobierno, y ninguna sabe dar cuenta de ella. Todos habían escuchado de la carta, pero ninguno sabía dónde había quedado.
Entonces el Presidente que sabe aprovechar cualquier oportunidad para desarrollar sus adoctrinamientos de horas, le dice en su tono de “yo hago caminar a los elefantes” que en ese momento se la presentaría.
Aparece la carta, la lee, y al parecer queda resuelta la duda periodística; sin embargo, explotó su necesidad de matizar y hace entender que así de fácil es obtener la información de su gobierno.
Todo esto viene a colación porque días antes anunció una reestructura a su gobierno, donde organismos como el Instituto Federal de Telecomunicaciones, o el Instituto Nacional de Acceso a la Información, deberían ser absorbidos o de plano desaparecer porque la “nueva etapa” lo justificaba; estoy convencido que él es el único que no ve los terribles retrocesos y omisiones de su gobierno.
Por supuesto que esos son organismos muy caros, son instituciones creados para mantener una clase política que los usaba para tapar sus corruptelas, para mantener a una clase privilegiada, y finalmente para crear una falsa percepción a la gente de que era una renovación de rostro.
Pero, todos esos organismos tienen una justificación, y su génesis está llena de principios bastante loables, ¿no sería mejor recuperar ese espíritu? Limpiar a fondo un instituto ciudadano de acceso a la información, porque seamos honestos, no se puede encargar esa responsabilidad a la actual secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, cuando ha exonerado a los aliados como Bartlett, y reprimido a los enemigos, como en su momento lo hizo con la revista Nexos.
Está reviviendo una etapa de oscurantismo muy grave, que nos recuerda cuando al ex presidente Peña Nieto fue exculpado de la Casa Blanca, que olía y se distinguía la corrupción a kilómetros de distancia.
O ¿cuántos organismos piensa absorber la Comisión Federal de Electricidad?, que hasta el momento está peleada con todo lo que huela a energía renovable, y además presenta un documento apócrifo para justificar su mega apagón nacional, que de por si es grave y hasta puede ser un asunto de seguridad nacional, pero ese documento falsificado del Protección Civil de Tamaulipas, jamás sería una prueba para que la Secretaría de la Función Pública se dignara a sancionar.
Es más, que pasaría si le llega la pregunta de ¿qué pasa con el proceso de Salvador Cienfuegos?, seguramente nos remitiría a la absolución de Estados Unidos, y si bien nos va, la versión estenográfica de una mañanera cualquiera, donde lo importante fue el “enojo del gobierno” por no ser avisado.
Todos estos asuntos no le merecerían media junta de trabajo de la Secretaría de la Función actual. Es más, seríamos un enemigo más del régimen. Más cuando en sólo 18 meses la dependencia limitó el acceso a más de 6 mil expedientes, por 6 meses o hasta 5 años. Creo que es más fácil que el Rey de España se disculpe a que la Función Pública suelte la información del gobierno.
Finalmente, ya nos dieron la receta a todos los quejosos que quieran información, y son unos sencillos pasos: hágase periodista, luche por una acreditación, fórmese temprano para alcanzar un lugar, escuche un nuevo episodio de malos vs buenos, y alce la mano. Si tiene la suerte de ser el elegido, aproveche para solicitar la información requerida.
Así de fácil.