Dignidad humana y la polémica que no fue
CDMX, 15 de abril, 2017.-Esta vez, recurriendo a las ciencias sociales y a la filosofía, me gustaría retomar un término que explica la vida en sociedad y su funcionamiento: el del bien común. Este concepto, utilizado en los trabajos de Augusto Comte, nos explica como una sociedad evolucionada ve por aquello que beneficia a todos los ciudadanos.
En el estadio positivo de la sociedad, el cual es la última fase del desarrollo del espíritu humano, se deja de lado la imaginación para explicarse las cosas a cambio de la observación. Por lo que, se da una inclinación por lo útil, lo eficaz y lo constructivo. Se supone que estos valores, centrados en el trabajo, permean todos los ámbitos sociales, incluyendo el de la opinión pública, la política y el medio ambiente, dando como resultado una sociedad pacífica, que busca el bien común.
En este contexto de sociedad, con un espíritu humano desarrollado, las instituciones tienen que garantizar algunos derechos a sus miembros, en búsqueda del bien común. Sin embargo esos derechos no pueden darse de manera independiente a la sociedad por lo que estamos sujetos a su construcción útil y eficaz.
Aunque, muchas veces, no es así en algunos rubros de nuestra sociedad mexicana. A pesar de ello, aplicando el concepto de bien común y todas sus implicaciones a nuestro momento histórico, considero en definitiva que la observación, el espíritu humano y el valor de la utilidad junto con la eficacia deberían influir en nuestro actuar, así como en nuestro opinar.
Pues independientemente de la politización de la nueva forma de implementación del programa Hoy no Circula en el área metropolitana, así como del discurso ambientalista, de abastecimiento, eficacia del servicio de transporte público y seguridad, hay otra cuestión que es importante resaltar y que es observable, la disminución del flujo de coches por las calles.
Considero que el bien común en este caso implica soportar un día de empujones en el metro y los camiones, o incluso compartir el coche con algún compañero o vecino, para poder llegar al destino en un tiempo razonable. Incluso usar la bicicleta en una ciudad con un flujo de tránsito aceptable, ahora es una opción, pues los conductores están menos estresados ya que el tiempo utilizado en los trayectos es menor.
Bajo esta idea, habrá que poner en la balanza personal si esto vale la pena, es decir, sacrificar el hecho de viajar en coche propio todos los días de la semana, para estar atrapados de una a dos horas en un embotellamiento en trayectos con distancias relativamente cortas; o poder desplazarse de manera eficaz de un punto a otro de la ciudad.
Tal vez, si como ciudadanos hacemos nuestro trabajo, y somos capaces de comprender que el bien común es una idea fundamental para nuestra sociedad, podamos hacer del área metropolitana un lugar con mayor calidad de vida y más habitable, sacrificando un poco de comodidad por la comunidad en general.
Pues hay que recordar que, un fluir más eficaz de los coches, también favorece a las personas que no tienen un auto propio, y la vida desperdiciada en el transporte público los beneficiaría por igual. Un día sin coche, igual a una semana sin exceso de tránsito. Elaborado gracias al apoyo de la información de Frederick Copleston, en su documento titulado: Augusto Comte, Dirección URL: http://www.olimon.org/uan/Copleston5.htm, fecha de consulta: 6 de abril de 2016.
La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y cuenta con estudios de Licenciatura en Sociología por la UNAM; tiene el grado de Maestra en Docencia para la Educación Media Superior, Área de Ciencias Sociales por la misma institución y actualmente imparte clases en la UVM campus sur.