Para Contar/ Arturo Zárate
No, no estamos hablando de la mítica serie de la televisión norteamericana motejada como “Los Intocables”.
En realidad se trata del mote que en los intríngulis del grupo en el poder le han endilgado a los “preferidos” del presidente y quienes al mismo tiempo son potenciales sucesores de Palacio.
Y es que desde la casa presidencial se ha dictado la orden tajante para ocultar, callar, esconder o ignorar todo aquello que lastime o lesione la imagen, la confianza y la credibilidad de los “preferidos”.
Por esa razón, en los primeros círculos del poder se moteja como el grupo de “Los Intocables” a Claudia, Marcelo y Adán; convertidos en auténticas deidades por orden presidencial.
Y resulta de tal ignominia el nivel de impunidad tendido como coraza protectora en torno a Claudia, Marcelo y Adán, que en el propio grupo en el poder se especula con la idea de que los presidenciables tienen “licencia para robar y hasta para matar”.
Por eso, poco o nada pueden hacer las instituciones del Estado mexicano para sancionar, por ejemplo, la tragedia migrante ocurrida en Ciudad Juárez; para castigar el saqueo ordenado por el gobierno capitalino al Sistema de Transporte Colectivo, Metro; colapsado por el desvío presupuestal y por la falta de mantenimiento.
Por eso nada han podido hacer los opositores en el Poder Legislativo para exigir que la cancillería rinda cuentas sobre los acuerdos turbios con el gobierno de Estados Unidos en materia de migración y con dictaduras como las de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Y por eso en la Secretaría de Gobernación –le encargada de la gobernabilidad del país–, a nadie despeinó la tragedia que costó la vida a 39 migrantes en una cárcel clandestina.
En pocas palabras, a la vista de todos los mexicanos, la señora Claudia Sheinbaum y los señores Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, pueden hacer lo que les plazca, sin rendir cuentas a nadie, sin respetar autoridad alguna y sin temor ser despedidos.
Para eso tienen el favor presidencial; para eso son los preferidos de Palacio y para eso todos los días son defendidos por el presidente Obrador, quien no tiene límites para justificar lo injustificable y para defender lo indefendible y para ocultar lo inocultable.
Por eso Claudia, Marcelo y Adán son “Los Intocables”.
Pero si algunos olvidaron la mítica serie, vale recordar que desde su exitosa aparición en la televisión norteamericana –en donde estuvo de 1959 a 1963–, la expresión de “Los Intocables” hace referencia a una banda mafiosa que vive al margen de la ley y la justicia.
Un retrato de la eterna lucha entre “buenos y malos” que años después fue llevada a la pantalla grande –en 1987–, encabezada por el incorruptible policía de Chicago, de nombre Eliot Ness.
Queda claro que tanto en la serie, como en la película casi siempre ganan “los buenos” y, por tanto, la justicia prevalece sobre el mal y contra el crimen.
En la realidad –y sobre todo en la realidad mexicana–, la victoria del bien sobre el mal y el triunfo de la justicia contra la corrupción, no son más que gastados clichés; sobre todo en un gobierno autoritario y dictatorial, como el de López Obrador.
Y es que, en efecto, el mandatario mexicano avanza cada día más en dirección a la creación de su cuerpo personal de “Intocables”; verdadero grupo mafioso entre los que aparecen servidores públicos, políticos, gobernantes y hasta empresarios de todo tipo, sobre todo dueños de grandes medios.
Sí, en el gobierno de López Obrador no hay corruptos, tramposos, mentirosos, ineptos o ladrones; para todos y frente a toda evidencia de corruptela, trampa, mentira, ineptitud o latrocinio, el presidente tiene la justificación ideal.
Así, por ejemplo, si Bartlett resulta ser un pillo, el presidente dice tener otros datos; si Hugo López Gatell es motejado como “el señor muerte”, Obrador lo pone como ejemplo de eficacia.
Si Adán Augusto es culpable de la tragedia que costó la vieda de 39 migrantes, AMLO lo justifica y le ordena culpar a Marcelo; pero cuando Marcelo es acusado de negociar con el gobierno de Biden a espaldas del interés nacional, desde Palacio se le aplaude por su gran tarea al frente de la diplomacia mexicana.
En el fondo, más que un “club de amigos”, “los intocables” de Palacio son uno de los grandes problemas nacionales; son la prueba viva de que asistimos a la destrucción sistemática de la rendición de cuentas, la justicia y la transparencia.
En pocas palabras, vivimos en el reino de la corrupción, el sasqueo y la impunidad por decreto.
Al tiempo.