Libros de ayer y hoy
Quisiera creer que se trata de una casualidad; la casualidad de que la dictadura venezolana empezó así, con “apagones”.
Quisiera imaginar que los “apagones” que hoy proliferan en todos los rincones de México, no son más que resultado de los incompetentes del gobierno fallido de López Obrador.
Quisiera suponer que sólo es eso, una demanda excesiva de energía eléctrica que superó a los inútiles que llevó el presidente a una de las industrias estratégicas del país.
Quisiera ignorar las voces que gritan que los “apagones” crecientes, a tres semanas de la elección más grande de historia, no son más que un ensayo del golpe de Estado que viene.
Quisiera equivocarme cuando recuerdo que los “apagones” fueron el mejor instrumento de las dictaduras para desmovilizar a la sociedad, cuando estaban a punto de dar el golpe final a los gobiernos legalmente constituidos.
Y, por eso, no quisiera imaginar lo que pasaría, el domingo 2 de junio, con un apagón en todo el país, en medio de los horarios de votación más concurridos, cuando no habrá manera de comunicarse a ninguna parte.
Sin embargo, todo apunta a que el gobierno de López Obrador diseñó el control total de la industria eléctrica, precisamente como instrumento de sometimiento político y social.
Es decir, que deliberadamente colocó a un incondicional a toda prueba, como Manuel Bartlett, al frente de la CFE, una empresa que en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña fue de “calidad mundial”.
Luego, a causa de otro de los caprichos de Palacio, el gobierno mexicano pagó miles de millones de pesos para expropiar fierros viejos a una de las empresas globales más grandes en la producción de energía eléctrica, la multinacional Iberdrola; expropiación con lo que el Estado mexicano se apoderó de la mayor generación del fluido eléctrico.
De esa manera, hoy el Estado mexicano tiene el control casi total de la industria eléctrica y, por tanto, puede paralizar al país, puede manipular a su antojo a la sociedad y puede convertir ese insumo básico en arma de control político y social.
Y es que está claro, y a los ojos de todos, que la expropiación no fue una decisión de Estado para fortalecer la producción de energía, sino para tener el control político de uno de los satisfactores básicos para la vida cotidiana.
Por eso, a nadie, en el incompetente gobierno de AMLO le importó que, a causa de la crisis por el calentamiento global, se producirían sequías y altas temperaturas que, a su vez, demandarían repuntes históricos en el consumo de energía eléctrica.
Demanda excedente y excesiva que, como hoy quedó probado, rebasaría por completo el deficiente sistema estatal de producción de energía, al extremo de que el Centro Nacional de Control de Energía, (Cenace), declaro “estado operativo de emergencia” por alta demanda de energía.
Y por eso se reportaron apagones en los estados de México, Oaxaca, Morelos, Puebla, Hidalgo, Guanajuato, Ciudad de México, Quintana Roo, Yucatán, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, Tamaulipas y Tabasco.
Es decir, casi la mitad del país paralizado por la carencia de energía eléctrica; una suerte de ensayo de una decisión criminal para desmovilizar por completo a la sociedad.
¿Imaginan al país entero paralizado por la carencia de energía eléctrica; por una decisión política?
Pero hay más. Por si fuera poco, a través de la Sedena y la Marina Armada, el gobierno federal tiene el control total de todos los puertos, aeropuertos y cruces fronterizos.
Además, como todos saben, existe otro ejército al servicio de López Obrador; los miles de efectivos del crimen organizado que tiene controladas la mayoría de las carreteras del país.
¿Y qué significa todo lo anterior?
Elemental, que una vez con el control de la energía eléctrica, de los aeropuertos, puertos y cruces fronterizos, además del control de las carreteras, el gobierno de AMLO tiene todo listo para un golpe de Estado.
Sí, les guste o no a los ingenuos que niegan la eventualidad de un golpe a la democracia mexicanas; López Obrador tiene todo listo para desmovilizar a la sociedad, para paralizar al país entero y, sobre todo, para implantar una dictadura.
Y si, quisiera creer que se trata de una mera casualidad lo que hoy está pasando en México, frente a la forma en que arrancó la dictadura venezolana.
Al tiempo.