Presidenta hágase cargo/Alejandro Moreno
Hasta la publicitación de los representantes de las –hasta ahora– únicas dos opciones para asumir la próxima presidencia de la República, el debate público sobre los aspirantes yerra al considerar que se estará ‘eligiendo’ a una o a un candidato a la presidencia del país. En realidad, el proceso que atestiguamos es la ‘construcción’ de la persona política que habrá de utilizar las estructuras, herramientas, mecanismos, bienes y usufructos de los aparatos partidistas para representarlos en la contienda electoral y, con suerte, como portavoz visible del próximo régimen.
Cualquier proceso auténtico de selección abierto tiene cierto grado de azar y apertura a la sorpresa y hasta al absurdo; pero un proceso de decisión en un ambiente controlado –tal como lo han adelantado los dos sectores en confrontación por el poder– se ‘elige’ lo que se espera. Estamos frente a sendos procesos que se han puesto en marcha para no sorprenderse, para andar por veredas seguras de negociaciones razonadas o, por lo menos, de consensos inducidos.
Así, las reglas contempladas para la selección del Coordinador Nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación y del representante del Frente Amplio Opositor no sólo controlan las formas, definen el fondo; no sólo modulan las pasiones, sentencian el estilo; y no sólo guían el discernimiento en el potencial conflicto sino que excluye cualquier razonamiento que no se ajuste al acuerdo que ya se ha hecho. Esto quizá resulte en que la persona abanderada sólo podrá sonreír dentro de los límites de aquellas ambiciones que no le pertenecen del todo.
Las próximas semanas seremos testigos de un renovado anecdotario político pero, sobre todo, contemplaremos dos grandes simulacros de consensos cuyo aparente objetivo será encontrar al personaje ideal que represente la candidatura de fuerzas políticas que aún no terminan de definirse en este batiburrillo ideológico contemporáneo entre populismos, liberalismos y conservadurismos. No obstante, el verdadero objetivo de este proceso es la edificación de esa fuerza unipersonal patrimonialista; no de un líder, de un ídolo. Las candidaturas que de allí habrán de emerger serán un rostro y un nombre que se asumirán como un mítico instrumento técnico, un ser ejecutor de conciencia maniatada.
Es decir, aún es temprano para las amplias promesas y las profecías típicas de los procesos electorales. Hoy lo importante no es destacar sino no quedar aislados en el proceso; ya lo apuntaba la politóloga alemana Noelle-Neumann: “Correr en pelotón es una suerte de felicidad para muchos”. Es decir, los actuales aspirantes son reclutas de un ideal –más bien de una idea casi inconfesable– que, para ascender, no deben agradar a la mayoría sino a los dueños de las milicias.
Claro, como ya ha comenzado a verse, algunos se irán retirando del proceso; bien porque un día despertarán de pronto confundidos y extraviados sin saber realmente cómo fue que llegaron hasta allí o porque, víctimas de una súbita autocrítica, se habrán desengañado de sus propias capacidades. En todo caso, supondrán y dirán que fue su decisión escaquearse pero, como dijimos arriba: se elige lo que se espera. No saldrán por voluntad propia, más bien ya habían sido excluidos.
Es por ello que la construcción de estos aspirantes, representantes, coordinadores o el nombre que se les quiera dar es la edificación de una plataforma, de un andamiaje de simulacros y juegos que aún no se acercan a una elección. Este proceso revelará más de cada uno de los movimientos que de los personajes y será mejor reflejo del sistema que de la estrategia porque, curiosamente, ya habrá terminado mucho antes de que siquiera comience.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe