Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
No recuerdo a un presidente lanzando la pregunta, como ayer Andrés
Manuel, ante la turba de damnificados de “Grace” en Puebla.
Hoy, con mantas y pancartas, los inconformes, identificados por el
propio mandatario como Antorchistas, pedían que los anotaran para la
entrega de dinero.
Al no encontrar respuesta violentaron el salón donde el Obrador
presenta sus logros.
Tan violenta fue la acción que el presidente atajó:
“¿me van a dejar hablar”.
“¿Me van a respetar?
Junto al presidente Obrador la jefa de la policía nacional, Rosa Icela
Rodríguez y los más altos jefes militares de la zona, quienes, por
cierto, retiraron al Ejecutivo federal lo más rápido que pudieron.
En ningún momento hubo balazos o abrazos. Solo la turba exigiendo sus derechos.
No quiero pensar que pudiera ocurrir un desenlace fatal algún día.
Me queda claro que Andrés Manuel López Obrador está muy lejos de un
ataque como el perpetrado contra Luis Donaldo Colosio en Lomas
Taurinas, Tijuana, Baja California.
Ni punto de comparación con lo sucedido con Abraham Lincoln (1865);
Theodore Roosevelt (1912); Franklin D. Roosevelt (1933); Harry Truman
(1950); John F. Kennedy (1963) o, Ronald Reagan (1981).
Lejos está el presidente de México, de los innumerables atentados con
el comandante Fidel Castro.
Mucho muy lejos del atentado al presidente de Egipto y Premio Nobel de
la Paz, Muhammad Anuar el Sadat
Lejos, igualmente, de lo ocurrido al presidente de Egipto, Hosni
Mubarak; a Yitzhak Rabin (1995) , primer ministro de Israel y, por
supuesto, a Salvador Allende (1973) en Chile.
El Estado Mayor Presidencial encargado de la seguridad personal del
mandatario ya no existe.
Dios no lo quiera, pero las “gacelas” que acompañan al tabasqueño no
serían capaces de evitar un magnicidio.
Para qué cucar (provocar por diversión) a la suerte.
“… ayyyyyyy la culebra”.
“Cuidá con la culebra que muerde los pies…”
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