Hablando en serio
Hoy, de nueva cuenta, el escándalo de corrupción alcanzó al jefe de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval.
Un militar de cinco estrellas que no sólo abusa de su cargo para viajar por el mundo –a todo lujo y con toda su prole–, sino que extorsiona y chantajea a proveedores de la institución a su cargo, para el enriquecimiento personal ilícito.
Sí, “el sello de la casa”, corruptelas sin freno en el gobierno de López Obrador, la gestión más corrupta en años y en donde militares y marinos son sometidos mediante la estratagema infalible; billetes en la boca y la bolsa.
Sí, un militar que debía ser ejemplo de honestidad, convertido en vulgar extorsionador; figura que más allá de la honorabilidad, el orden y la legalidad castrenses, representa la peor enfermedad social; la corrupción sin freno.
Y es que sin control alguno siguen apareciendo corruptelas entre hijos, familiares y colaboradores más cercanos del mandatario mexicano.
Así, cuando las raterías no exhiben a preferidos como “Andy” o José Ramón, entonces las corruptelas alcanzan a Ana Gabriela Guevara, a Adán Augusto, a Claudia Sheinbaum y al propio Marcelo Ebrard.
Cuando las pillerías no salpican a Pio López, entonces se confirman las transas del líder de Morena como Mario Delgado; si no es que de senadores como Ricardo Monreal y gobernadores como Américo Villarreal y Layda Sansores, entre muchos otros.
Y cuando los saqueos no aparecen en el Tren Maya, en la Refinería Dos Bocas y en Santa Lucía, entonces el robo aparece en Selgalmex, en el cadáver insepulto llamado Insabi, en los médicos cubanos dizque contratados por el IMSS y hasta en los robos sin fin al Banco del Bienestar.
Sí, a diario vemos pruebas contundentes del saqueo llamado Cuarta Transformación. Lo peor, sin embargo, es que los escándalos sólo empiezan, ya que por años seguiremos conociendo el tamaño del robo descomunal al Estado mexicano.
Y es que la mal llamada “transformación” de López no es más que una licencia para robar; para saquear el dinero público, para llevarse todo lo que puedan, porque no volverán a tener el poder y el dinero público a su alcance.
Y ese es, precisamente, el secreto del liderazgo y del supuesto “amor ciudadano” por el “amado líder”, López Obrador.
Sí, resulta que el otrora “asombroso liderazgo” de López nunca ha sido más que una “bien aceitada” maquinaria para el robo, la transa y la corrupción; pecados que contagian todo aquello que toca el “amado líder”.
Un líder amado hasta el fanatismo porque “su generosidad” no sólo consiente en el clásico “dejar hacer y dejar robar a manos llenas”, sino que llega al extremo demencial de defender –de manera pública y a ultranza–, la transa y a los pillos y ladrones de su claque.
Pero tenemos que decirlo de nuevo. No es novedad el gusto de AMLO por la transa, la ratería, la extorsión y el robo descarado. No, se trata de una genética que aparece en la herencia de López Obrador.
¿Lo dudan?
1.- El primer gran robo de AMLO aparece registrado cuando fue líder del PRI en Tabasco. En ese tiempo robo para comprar “La Chingada”, en Palenque, Chiapas, el mismo rancho que, según dijo, fue herencia paterna.
2.- Todas las movilizaciones, éxodos y manifestaciones de López tenían como finalidad la extorsión política. Y eso lo han reconocido públicamente ex priístas, ex perredistas y ex morenistas.
3.- Como jefe del PRD, Obrador impuso la venta de candidaturas al mejor postor. Y el mejor ejemplo es la venta de la alcaldía de Iguala, a criminales como los Abarca.
4.- También en el PRD estableció una alianza con el Ernesto Zedillo; lo que significó millones de pesos a cambio de reformas y apoyo político.
5.- Al llegar al GDF, López traicionó y corrompió a los Cárdenas, familia a la que debía todo. Ganó el DF gracias al dinero salido del GDF.
6.- En la jefatura del DF impuso el “moche” a miles de trabajadores de capitalinos y estableció una alianza con bandas criminales en todo el país.
7.- Durante años, el dinero para construir Morena salió de bandas criminales como el cártel de Sinaloa, a los que ya en Palacio, López Obrador dejo hacer y les entregó gobiernos estatales completos, como Sinaloa, Baja California, Baja California Sur, Zacatecas, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán y Sonora, entre otros.
Sí, el mito del control político de Obrador no es más que lealtad por corrupción. Sí, López corrompe todo y a todos y, de esa manera, la mafia corrupta que lo rodea le debe lealtad absoluta por las transas compartidas.
Sí, corrupción y transa que están a la vista de todos.
Al tiempo.