Historias Surrealistas/Javier Velázquez Flores
El fenómeno no es exclusivo de hoy y menos del México trágico que vivimos con el sátrapa, López Obrador.
No, lo cierto es que, a lo largo de la historia, tanto los deseos, como las palabras, opiniones, enconos, odios, disgustos o señalamientos de un tirano, un rey, un dictador o un gobernante, son una orden para sus subordinados, súbditos o seguidores. Orden que se debe cumplir.
Así, por ejemplo, abundan los ejemplos de masacres y atrocidades cometidas para halagar los deseos de un tirano, tanto en la Biblia, como en la historia de la Roma antigua y en dictaduras como las de Mussolini, Hitler y Stalin, sólo por citar algunos ejemplos.
A su vez, en el México populista de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, sobran los ejemplos de golpes autoritarios y actos represores, llevados a cabo por obsequiosos subordinados que lo mismo ordenaron desaparecer y apalear a estudiantes, que dictaron la muerte de empresarios y periodistas; mientras otros acabaron con instituciones mediáticas críticas del poder.
En el México de hoy, el de López Obrador, están a la vista de todos los ejemplos represivos y autoritarios que, por decreto, despojan de su propiedad a hombres de empresa, que arrebatan sus tierras a ciudadanos y persiguen a críticos de la tiranía de AMLO.
Y si aún tienen dudas, aquí los ejemplos más reveladores.
1.- Desde que López Obrador declaró a la senadora Xóchitl Gálvez como su principal enemiga, no pocos sirvientes del presidente se encargan de mantener en crecimiento una campaña de difamación, calumnia, persecución y acoso judicial contra la legisladora, al extremo de que la hidalguense inició acciones legales contra el presidente y sus lacayos.
Y es que, por ejemplo, Pablo Gómez, titular de la UIF, violó la Constitución y la Ley de Datos Personales, para entregar al presidente toda la información fiscal y financiera de las empresas de Xóchitl, mientras que los propagandistas oficiales, como el diario La Jornada y todos sus colaboradores, además de los canales de radio y televisión del Estado, mantienen una costosa campaña de odio y descrédito contra la senadora.
Guerra sucia en la que se han empeñado con especial odio los propagandistas oficiales, Epigmenio Ibarra y Federico Arreola y Víctor Romo, los que también alientan el maniqueísmo de ricos contra pobres; buenos contra malos…
Pero sin duda la mayor incitación al crimen contra Xóchitl Gálvez la protagonizó el senador de Morena, Gabriel García, quien llevó a la tribuna del Senado botargas que retrataban a la hidalguense, para destruirlas a los ojos de todos, al tiempo que gritaba frenético: “¡El pueblo de México va a ponchar esta botarga corrupta!”, en tanto a manera de puñal, “ponchaba” las botargas con un pincho.
¿Cuál es el mensaje que manda esa escena de violencia y odio; de apología del crimen?
Sí, es la prueba de que los senadores de Morena entendieron que el mensaje de Palacio es destruir a la senadora Gálvez. Y si los senadores ponen el ejemplo de un crimen de Estado con botargas, los matarifes del crimen organizado no se andarán por las ramas.
2.- También en días pasados, López Obrador volvió a la carga contra el periodista Ciro Gómez Leyva, a quien llamó hipócrita, de quien dijo que se ha enriquecido y que forma parte de los propagandistas de Xóchitl.
Lo más repudiable es que la incitación a la violencia contra Gómez Leyva se lleva a cabo a siete meses de que el periodista fue atacado a balazos por un matarife que intentó arrebatarle la vida. Por eso el periodista exigió, al presidente y de manera enérgica, parar el odio contra su persona y su trabajo.
“¿Qué sigue, presidente, un segundo atentado?”, preguntó Ciro.
3.- Desde el momento que llegó al cargo de presidenta de la Suprema Corte de Justicia, la ministra Norma Piña se convirtió en blanco de una campaña de odio y violencia lanzadas desde Palacio. Igual que en los casos de Xóchitl Gálvez y de Ciro Gómez Leyva, el propio presidente, de viva voz, lanzó la señal de odio y de ataque, que sigue creciendo a pesar de los meses.
Así, pagados por el gobierno federal, se apostaron frente a la Corte un puñado de porros que han llevado a cabo no solo actos vandálicos contra la ministra presidenta, sino que han quemado botargas con su imagen y han decapitado monigotes que la asemejan. Y el mensaje es el mismo; alentar el odio e incitar la violencia criminal contra la ministra.
Peor aún, un grupo de diputados “queda bien” de Morena, presentaron una ridícula iniciativa de juicio político contra los ministros de la Corte no alineados al presidente, en abierta venganza también salida de Palacio.
Por eso, frente a tales atrocidades, volvemos a preguntar: ¿No existe autoridad alguna, en México, capaz de poner fin a la violencia que a diario incita el presidente López Obrador no solo contra ciudadanos, en general, sino en especial contra opositores y críticos?
¿Hasta cuando?
Al tiempo.