Libros de ayer y hoy
El sexenio pasado fue malo, no estoy de acuerdo en cómo dirigieron al país, cada funcionario incompetente, cada criminal que no fue juzgado, cada error del Ejecutivo, cada acto de corrupción y cada inocente que murió víctima de la inseguridad, fueron algunas de las razones por las que desapruebo los últimos 6 años.
Entiendo por qué la gente, como en ninguna otra contienda anterior, salió a votar. Fue más un acto de protesta contra todo un sistema que nuevamente les había fallado, contra un presidente que prometió alzar al país, mas el país sólo quedó más hundido.
Las fallas, las promesas rotas y la injusticia provocaron una sociedad harta, cansada, que cegada por el enojo y motivada por los restos de esperanza, votaron sin cuestionar, sin analizar, sin escuchar.
Votaron por un gobierno nuevo, por una izquierda a medias, donde la incómoda incongruencia y la irracionalidad están albergadas.
Han vuelto a dejar el futuro del país en el gobierno, sin darse cuenta de que el desarrollo, la solución, el cambio está en los mexicanos, sin querer entender que la corrupción no la acaba un presidente en un sexenio, sino es un proceso que requiere el esfuerzo de toda la sociedad y sus acciones cotidianas.
Claro, es más fácil concentrar la culpa en un solo individuo, buscar un enemigo común y poderse así deslindar de la culpa o complicidad.
Es más fácil eso que pensar en que cada ciudadano ha tenido algo de culpa en perpetuar los males de la nación.
Cuando entendamos que los políticos son parte del mismo pueblo, empezaremos a educar mejor a las futuras generaciones reforzando los valores y la inclusión, orientándolos para que en unos años aporten valor al entorno, demostrándoles que pueden ser exitosos sin chingarse al prójimo, dejando de repetir refranes e ideas nocivas como “el que no tranza no avanza”, encausándolos a evitar burlarse como forma de protesta y mejor motivarlos a corregir lo que no está bien y a defender lo correcto.
Así, si el día de mañana deciden convertirse en políticos, que los ciudadanos del futuro sepan que van a representar los intereses colectivos y no individuales, que estén conscientes de que en su quehacer tienen un verdadero compromiso y no una oportunidad de enriquecerse a expensas de la ignorancia, la necesidad o la costumbre del “así siempre ha sido”.
Y si no deciden ser políticos, que entonces sean empresarios, policías, maestros, arquitectos o doctores con ética, con fuertes cimientos, pero sobre todo que sean capaces de ponerle un alto a la corrupción, a la injusticia y al abuso, desde donde sea que se lleguen a desempeñar.
Este es un país que tiene casi todo para progresar, y cuando digo casi todo me refiero a la riqueza histórica y cultural, a los recursos naturales y la inmensa biodiversidad, a variedad de climas y ecosistemas, a una envidiable posición geoestratégica, también a mujeres y hombres sumamente trabajadores e ingeniosos.
No debemos esperar a que un desastre natural saque lo mejor de nosotros, lo solidario, lo comprometido, si queremos ver el cambio que México necesita, se requiere del esfuerzo constante de todos, indistintamente de la ideología con las que se identifiquen.
Es la suma de voluntad de todos los mexicanos lo que puede sacar a esta nación del hoyo en el cual está estancado.
El rumbo de acción del país está siendo protagonizado o antagonizado por una minoría, y por mientras no hay, ni habrá gobernante que repare los daños y problemas de país, porque no hay poder ejecutivo suficiente, ni con la ayuda del judicial, el legislativo o el divino, que arregle la decadente idiosincrasia política arraigada en sus irresponsables gobernados, tanto los que están más atentos de los memes de este nuevo mandato, como los que dejan de nuevo todo en manos de los políticos y esperan a que éstos agiten su varita mágica con la que todos los males desaparecerán.
¡Pobre México!
Qué 6 años tan largos te esperan.