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TLAXCALA, Tlax., a 18 de febrero, 2018.-El próximo miércoles 21 de febrero, precisamente en el ombligo de la semana, se celebrará una vez más el Día Internacional de la Lengua Materna.
Fecha en la que se intenta visibilizar la diversidad lingüística en el mundo, en general y, en México, en particular.
Sin embargo, en nuestro contexto existe una serie de condiciones particulares e inequitativas que opacan esta fecha.
Si bien ya existe un reconocimiento en el marco legal, permitiendo que se consideren todas las lenguas originarias como lenguas mexicanas. Desde esta misma inscripción se pueden ver ciertas contradicciones y polémicas.
Pues de entrada se omite la violencia y el constreñimiento hacia las lenguas bajo el epíteto de “lenguas mexicanas”, pues la nacionalización de éstas en vez de ser una garantía para su revitalización, es más bien una estrategia de extensión del dominio y el control por parte de las instituciones estatales.
Esto hace que aún ser perciba un mapa de la diversidad lingüística totalmente asimétrico, por más que se intente mostrarlo plano y sin estrías.
Y esta asimetría emana desde el mismo término de “lengua materna”.
Uno, porque de manera velada se sigue manteniendo la diferencia tácita entre lengua e idioma.
Diferencia inexistente al ser sinónimos, sin embargo, en términos concretos la situación señala dos polos: el idioma castellano como lengua legítima (que se auto-legitima) y el resto de las lenguas originarias.
Y dos, por la relación automática entre la identidad de lengua materna y la lengua originaria.
Así vemos que las actividades que se tiene para esos días exclusivamente se refieran a las llamadas (erróneamente) “lenguas indígenas”, como si el castellano o el español no fuera la lengua materna de millones en nuestro país –o el alemán, el francés o el inglés, aunque el hablante viva en nuestro país–.
En este tipo de procedimientos identificamos la asimetría entre las lenguas habladas en nuestro país. Pero ya que se mostraran en múltiples actividades culturales o de franco espectáculo, podríamos aprovechar esta fecha y pasar a una reflexión epistémica disidente en pro de la autonomía de cada una de nuestras lenguas/idiomas maternos.
Y ya no esperar la caridad de las instituciones estatales o académicas para saber qué hacer con ellas.
Es momento de pensar –y pasar- a un campo distinto para las lenguas (idiomas) originarias en búsqueda de sus autonomías que una vez tuvieron y que por sí mismas (sin la ayuda de lingüistas e instituciones) nombraron el universo entero.