Libros de ayer y hoy
Los clásicos suelen resumir el humorismo involuntario con un lacónico “el chiste se cuenta solo”.
Y, en efecto, ese es el caso del presidente mexicano quien –a horas del Segundo Informe–, se aventó el mejor chiste de su carrera política.
Dijo que quién sabe qué encuesta, de quién sabe qué parte del mundo, lo coloca como “el segundo mejor” presidente del orbe. Aquí siguen las risas.
Pero, además, con la “cachaza” que lo caracteriza, Obrador explicó que es el segundo porque “la pandemia me quitó dos puntos de popularidad”.
¿A poco no, el chiste se cuenta solo?
Es decir, que, si López Obrador presumió que estaba destinado a “las Grandes Ligas”, pero que “me chingue una rodilla”, hoy sería el mejor presidente del mundo sólo que, la pandemia, “me quitó dos puntos”.
Sí, el chiste se cuenta solo.
Y es que como todo buen bufón –y con la seriedad de la circunstancia–, Obrador reiteró que “según una encuesta internacional” –de la que nadie sabe nada–, él “es el segundo mejor presidente del mundo”.
Un chiste que supera, incluso, al de John Ackerman, quien se aventó la puntada “engaña-idiotas” de que López Obrador “es un científico”. Más aún, es mejor chiste que el magistral chascarrillo de que “¡… arriba ya se acabó la corrupción!”, también de Obrador.
Lo cierto, sin embargo, es que el humor involuntario de AMLO es de tal potencia que, incluso, superó a los dizques humoristas aplaudidores que lo visitaron el fin de semana, a quienes el presidente deja en calidad de principiantes. Sí, las verdaderas caricaturas políticas, en México, están a cargo del mismísimo presidente.
Pero lo verdaderamente interesante del caso es que –seguramente sin proponérselo–, el presidente nos adelantó ayer lunes lo que será su Segundo Informe, de hoy martes.
Sí, la filosa colección de humoradas y chistes que superan a “moneros” adiestrados para el aplauso de AMLO y a los que el fin de semana convocó a Palacio y a quienes el presidente les dio una lección no de “realpolitik” sino de humorismo político real.
Y es que, por más de medio siglo, en los previos al 1 de septiembre de cada año, en México, la pregunta clásica alude al Informe de Gobierno.
¿Qué va a informar el presidente, “en el día del presidente”?
Hoy, sin embargo, ya no es necesario preguntar.
¿Por qué?
Porque ya sabemos lo que va a decir López Obrador. Y lo sabemos porque el propio AMLO lo explicó “la mañanera” de ayer lunes –31 de agosto del 2020–, con una potente dosis de humor que ridiculizó hasta a los lacayos más abyectos del humorismo mexicanos.
En efecto, más que un informe, veremos una colección de chistoretes, mentiras, ocurrencias y buenas intenciones; colección de humor aderezado con la candidez del presidente –que se imagina a sí mismo como uno de los mejores mandatarios del mundo–, y de no pocos de los millones de idiotas que aún creen que López sabe sumar dos más dos.
¿Pero por qué regatearle a AMLO que es el segundo mejor presidente del mundo?
Por una razón elemental.
Porque la realidad lo coloca como el campeón del mundo en la destrucción de la sólida democracia y la economía mexicanas, que recibió apenas hace 21 meses.
¿Recuerdan aquellos tiempos –noviembre de 2018 en Monterrey–, cuando Obrador confesó que recibía una democracia sana y una economía sólida, de manos de su antecesor Peña Nieto?
¿Pues qué creen?
Sí, que 21 meses después, la economía mexicana está entre las peores del mundo; la violencia y las muertes superan a países en conflictos bélicos; el desempleo es de los más altos del mundo, el sistema sanitario está destruido; la pandemia de Covid-19 coloca a México en el tercer lugar de muertos y en el segundo de infectados; el feminicidio está fuera de control, la corrupción es el mayor cáncer…
Y sí, López Obrador es el campeón mundial en decir mentiras a los ciudadanos; campeón en destruir la joven democracia mexicana, el campeón en destruir el crecimiento económico, en estimular la violencia criminal; es el campeón en aliarse con las bandas criminales, en multiplicar a los pobres y los desempleados, en destruir el sistema de salud; es el campeón en fomentar la corrupción, el campeón en dañar a las mujeres y el campeón en enriquecer a su prole.
¡Viva el presidente mexicano, el campeón de Palacio!
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