Conversan Cuauhtémoc Cárdenas y Emilio Ulloa sobre desafíos nacionales
Para una persona que tiene alto aprecio de sí misma, sucede igual con lo que hace. Caso del presidente López Obrador y sus comparecencias matutinas. Este lunes, ante la presencia del ex líder del Partido Laboralista británico, Jeremy Corbyn, afirmó que las comparecencias diarias son como un parlamento que tiene que ver con la información, aunque distinto porque no se acuerda nada, para eso está el Poder Legislativo.
De lo dicho, al menos tres aspectos no son ciertos. Primero, la esencia del parlamento es el debate, que se desarrolla en un ámbito de libertad, igualdad y, en algún sentido, de civilidad política. En las mañaneras no hay tal; son un monólogo largo y repetitivo, en ocasiones aderezado con presencias de subordinados o invitados o amigos, como el señor Corbyn. Tanto el presidente como sus invitados calumnian sin reparos ni reservas. Se hacen imputaciones reiteradas de corruptos, conservadores y otras cosas más a personas casi siempre ausentes. No existe presunción de inocencia, derecho de réplica, mucho menos el menor sentido de respeto a quienes ventajosamente se agrede.
Segundo, no hay información. Esto ocurre ocasionalmente y no es el eje central de las intervenciones presidenciales. Hay opinión, editorialización de la información y descalificaciones variadas de los datos duros provenientes de fuentes confiables y con frecuencia del mismo gobierno. El uso recurrente de los otros datos no permite que éstos sean conocidos, menos evaluados y revisados. Prevalecen la politiquería, en el castellano lopezobradorista, y la frecuente ofensiva zalamería de los subordinados y hasta de algunos falsos reporteros.
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