Pedro Haces, líder de la CATEM
En la búsqueda de elementos capaces de disipar los distractores que día a día impone la politiquería, vale la pena revisar algunos datos que tienen que ver con lo que se identifica popularmente con la clase media mexicana, con sus aspiraciones o hasta con la pérdida irremediable de sus anhelos.
Por principio, y más allá de sus preferencia políticas o culturales, genéricamente todos los individuos -y por supuesto que las individuas también, e incluso más- tenemos vocación de superación. Por eso, a todos nos preocupa el futuro, de qué vamos a vivir y para qué nos alcanzan los recursos de que disponemos.
Desde la crisis económica de 1982, en la que la mayoría perdió una parte importante de lo que tenía, situación que se fue agravando con otras que se fueron repitiendo al paso de los años para desatar, incluso, colapsos mundiales como el famoso “Efecto Tequila” y no se diga el trágico proceso IPAB-Fobaproa. Por eso, la llamada clase media se ha preocupado de manera consciente por establecer algún “negocito” que le sirva para resolver su futuro y el de su familia.
Pero también le preocupa la pérdida del poder adquisitivo, aunque lo hace de manera más bien con resignada y en comparativos con el precio creciente de los precios de los bienes y servicio que son indispensables para subsistir de manera digna.
Con relación a los negocitos, vale la pena recordar que con motivo del Día internacional de la Micro, Pequeñas y Medianas empresas, en México este grupo da empleo con todo tipo de prestaciones a siete de cada diez personas con la característica de que un tercio de los trabajadores que contratan no son jovencitos, tienen 41 o más años y los capacitan; lo que contrasta radicalmente con la oferta laboral de las grandes empresas que prefieren a los jóvenes ya formados y, de preferencia, con niveles de preparación elevada.
Así, las MIPYME juegan un papel esencial para la creación y el desarrollo de oportunidades para la población mexicana, que es la manera más consistente, duradera y efectiva para combatir la pobreza.
Uno de los errores de política económica más graves de México a lo largo de todo su historial de crisis, es que durante el confinamiento derivado de la pandemia del coronavirus, el gobierno federal haya abandonado a sus suerte a las MIPYMES.
El dinamismo de este sector, por sus efectos económicos, pero sobre todo sociales y no se diga políticos, fue vital para la recuperación no solamente del empleo perdido, sino para reemprender aceleradamente el crecimiento de la economía.
Por ejemplo, mientras que en México el gobierno apenas canalizó 0.3 por ciento del PIB en apoyo de las empresas y cerca de 2 por ciento del PIB para sus programas asistencialistas, en Estados Unidos se aportó 15 por ciento del PIB para mantener, reforzar y reanimar la producción y el empleo, procesos que se siguió en muchos países europeos y en algunos de América Latina.
En México se prefirió el asistencialismo como medida de contención frente a los estragos de la COVID-19, lo que derivó en un dramático aumento de pobres, se incrementó la economía informal y hoy existen graves problemas de finanzas públicas para mantener las ayudas gubernamentales.
A la par, la inflación creció aceleradamente, lo que significa que el esfuerzo laboral destinado para obtener un ingreso, en todos los casos, alcanza para comprar cada vez menos.
En la primera quincena de junio, el índice de precios al consumidor creció 6.02 por ciento, más del doble de la meta fijada por el Banco de México para todo el años. Con un componente técnico que desmorona a los bolsillos ya que los precios de los alimentos y bebidas, que son esenciales en la inflación subyacente, aumentaron casi 4.6 por ciento.
Pero por cuanto a la inflación no subyacente, que registra la evolución de lo productos administrados por el gobierno como gasolinas, la luz o el gas, por ejemplo, aumentaron 10.61 por ciento. Y si nos detenemos en el reglón de los energéticos, el incremento fue de 18.54 por ciento.
Moralmente haber abandonado al sector de las MIPYMES que son el segmento más amplio de la economía mexicana, que da más empleo y que se preocupa más por capacitar e incorporar a trabajadores con más edad, es imperdonables y eso lo vemos con tasas marginales de recuperación -en buena medida, jalados por Estados Unidos- desocupación formal persistente, merma en la recaudación fiscal y precarización de los salarios.
Estos son los otros datos que requieren atención urgente y sin retórica porque de estos, que corresponden a las exigencias de las clases medias y bajas, depende el progreso nacional.
@lusacevedop