De norte a sur
La semana pasada circuló sin repercusiones entre los medios de comunicación mexicanos la carta de un grupo de legisladores estadounidenses en la que piden a su secretario de Estado, Mike Pompeo, que exija al gobierno mexicano terminar con la cuarentena para que se reactiven cuanto antes las actividades en las empresas proveedoras de las grandes matrices al norte del Río Bravo.
El mensaje dice que si bien México juega un papel crucial como proveedor de los negocios esenciales estadounidenses y recuerda que tan solo en 2018 se importaron productos mexicanos por 346 mil millones de dólares, también advierte que “la asociación entre Estados Unidos y México se basa en valores compartidos y profundos lazos económicos y culturales, como lo demostró la ratificación del TMEC el año pasado”, lo que parece una factura sin cobro.
Días antes, y de manera inesperada por la situación de emergencia sanitaria en México que entraba a la Fase 3, el embajador Christopher Landau lanzó un Twitter en el que recordaba que “el TMEC entrará en vigor el 1° de julio. Ahora más que nunca debemos trabajar juntos para la prosperidad de todos. Unidos somos más fuertes”, mensaje acompañado de las banderas de México, Estados Unidos y Canadá.
Un recado que podría interpretarse como recordatorio de que el TMEC depende de producción.
Fuera de esas consideraciones marginales, los mensajes podrían parecer irrelevantes.
Sin embargo, este fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un anuncio muy importante porque puso fecha para levantar la cuarentena y, si se vincula con las exigencias provenientes desde Washington, estableció las prioridades económicas.
En un discurso vía redes sociales que pretendió ser informal, dijo ya que “Vamos a reiniciar actividades. (Se) van a reiniciar clases pronto. En municipios no afectados desde 17 de mayo y en ciudades donde hay más afectados, el 1 de junio”.
Con gran optimismo comentó que “estamos viendo la luz a la salida del túnel. Hay buenos resultados de acuerdo con las proyecciones que hacen los matemáticos de la UNAM, del CONACYT, todo el equipo que nos está asesorando para enfrentar la pandemia, ya vamos a empezar a salir de la etapa más crítica, siempre y cuando sigamos cumpliendo con las recomendaciones”.
Confirmó que al reanudarse las clases se reactivará la economía, y al amparo de la información encuadrada en la pandemia dio luz sobre la preocupación de los legisladores estadounidenses con relación a lo que ellos, le insisten a Mike Pompeo, son “nuestras cadenas de suministro integradas con México”.
El presidente López Obrador lanzó una alerta al aclarar que el 65 por ciento de los casos confirmados de COVID-19 están en la Ciudad de México, el Estado de México, Cancún, Quintana Roo, Tabasco, Baja California y Sinaloa, entidades que no podrán levantar la cuarentena el 17 de mayo.
Con excepción de Baja California, en estas localidades no hay instalaciones productivas ni plantas maquiladoras sustantivas para las empresas estadounidenses, con lo que es posible dar cumplimiento a los compromisos del T-MEC y a las exigencias de la carta enviada al secretario Mike Pompeo.
El anuncio del presidente López Obrador más que una señal de confianza y certidumbre económica, encendió alarmas porque nuevamente no está fundamentada en un programa específico de protección sanitaria para los trabajadores ni ofrece, por ahora, algún mecanismo que garantice un reinicio de actividades ordenado y estable.
Si la idea es cumplir simplemente con los compromisos establecidos en el TMEC se falta a los mexicanos y a sus trabajadores porque, a la fecha, no hay más garantías que las de la retórica de que en materia sanitaria “vamos bien” y que todo está controlado.
Reanudar las actividades económicas es una necesidad innegable y necesaria, pero que exige de un programa integral y coordinado entre los sectores productivos, la federación y los gobiernos estatales para que su reactivación sea favorable, que garantice que la salud de los mexicanos está fuera de riesgo y de compromisos.
De otra manera, habrá sido inútil el sacrificio de la cuarentena.
Hoy, la evidencia no muestra que la emergencia sanitaria y la crisis económica estén bajo control o que ya nos adelantaron el pago de las facturas.