El agua, un derecho del pueblo
Las mujeres, otra vez en segundo plano
Contrario al discurso que trata de construir la percepción de que lo peor de la pandemia ya paso, se advierte en las cifras del desempleo en donde la mayor afectación prevalece entre las mujeres y en las personas con la calificación educativa más baja.
Basta con tomarse el tiempo para observar las magras ofertas de empleo que prefieren al personal masculino dispuesto a trabajos intensivos de mano de obra, durante periodos limitados y sin plena garantía de cobertura de seguridad social, sobre todo en la construcción, en donde la presencia de mujeres es cada vez es más notoria.
Los puestos de trabajo aprovechables en el sector formal son escasos, difíciles de conseguir y con remuneraciones por debajo a las expectativas, lo que representa una señal negativa para la economía y, por supuesto, para los hogares en los que el 30 por ciento tienen a una mujer como jefa de familia para un universo estimado en más de 120 mil personas entre hijos o adultos mayores principalmente.
En general, sus salarios son más bajos que el promedio. Su desempeño se concentra principalmente en el sector de los servicios y en actividades vinculadas con la limpieza o en actividades vinculadas con la restauración y la hostelería en donde su abundante presencia no solamente abarata sus salarios, sino que aumenta su velocidad de rotación y tiende a mermar sus ingresos dentro de una dinámica desgastante para su salud y para su productividad.
Por la pandemia, los empleos como mesera, recamarera o en actividades vinculadas con los espectáculos y el entretenimiento, se desplomaron en más de 70 por ciento porque esas tareas mantienen un contacto muy cercano con otras personas, además de que para muchos negocios el confinamiento sanitario y el desplome del mercado provocó el despido de personal o el cierre de miles de negocios.
Aunque lo peor fue que, primero por la austeridad republicana impuesta por el gobierno como parte del combate a la corrupción cerró guarderías y aunque entregó directamente apoyos monetarios, estos no resolvieron el problema de la estancia temporal de los niños de las madres trabajadoras. El problema se agravó con la suspensión de clases para evitar contagios que obligó a muchas madres a mantener a sus hijos en casa.
En consecuencia, las estadísticas mostrarán que muchas mujeres se han visto obligadas a abandonar alguno de sus empleo o a reducir las horas de trabajo, lo que significa una merma sustancial para los ingresos de sus hogares.
Aun cuando la mayoría ya participa en actividades que se consideraban propias para el sexo masculino, no hay garantía de que exista igualdad salarial.
Existe el riesgo de que la costumbre cultural de género, especialmente en actividades de contacto directo de persona a persona, prefiera ocupar a trabajadores menos calificados, lo que favorecería el deterioro salarial y la rotación acelerada de personal.
Contra la pandemia, en México la reacción gubernamental no fue con medidas fiscales y monetarias para contrarrestar los efectos en la producción y el empleo, lo que derivó en la desocupación de 12 millones de personas, principalmente del sector informal.
Organismos Internacionales como el FMI advierten que al igual que nuestro país, en Brasil, Polonia y los Emiratos Árabes Unidos se han registrado fuertes caídas en la demanda laboral durante la pandemia y debido a que tienen grandes sectores informales, la creación de empleo formal será insuficiente para cubrir el déficit histórico de fuentes de trabajo y el combate a la pobreza.
También estima que las mujeres de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, como México, soportarán una carga desproporcionadamente mayor que los hombres, y los efectos del cierre temporal de las escuelas y en la educación de las mujeres de los sectores medios y bajos de la sociedad podrían tener consecuencias perjudiciales a largo plazo.
Si las condiciones ya eran graves, con el retroceso en desempleo acelerado por la pandemia, no se ve que en los cuatro años próximos exista voluntad por atender la desigualdad ni por abordar la informalidad con políticas públicas que favorezcan a la formalización de la economía.
Lo real es que en el país se construyó un tope muy alto para el empoderamiento de las mujeres
@lusacevedop