Poder y dinero
Nezahualcóyotl, 14 de enero, 2017.- Ya está concluyendo la segunda semana de 2017 y aún persisten los buenos deseos para pasar una feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo. Buenos deseos que se agradecen, aunque la realidad se empeña en pulverizarlos. Las marchas contra el gasolinazo que trajo consigo la movilización ciudadana –quizás no tan amplia como quisiéramos muchos– son incipiente respuesta a una avalancha de abusos que los mexicanos padecemos comúnmente, día tras día.
El gobierno pretende establecer un pacto más para atenuar los efectos de la crisis. Las confederaciones patronales se pone quisquillosas para firmarlo, lo que significa: que sean los ciudadanos quienes padezcan los efectos de las inadecuadas políticas; que, además, vía en los impuestos, siguen manteniendo a partidos políticos, funcionarios públicos, ex presidentes, primeras damas y, si algo queda, el desarrollo del país.
En la realidad real, los de abajo han resentido cómo la avalancha de precios hace que el raquítico salario se escurra como me arena entre los dedos. ¿De qué manera sostener a la familia, brindarle casa, vestido, sustento? ¿Con qué brindarle educación, recreación? ¿De dónde sacaré para atender los imprevistos relacionados con la con la salud, la nutrición, el transporte, lo necesario ínfimo para que la familia, especialmente de los abuelos y los niños, cuenten con lo necesario aunque sea para malvivir?
Inició el año con las jefas y de jefes de familia gastados por el periodo vacacional, en las recepciones de Navidad y Año Nuevo, que aunque humildes son necesarias para fortalecer el ánimo y continuar en el reino de este mundo con buena cara ante el mal tiempo.
No obstante habrá que dirigirse al trabajo, re-acostumbrarse al pésimo transporte, los empellones, el apretujamiento, la jornada de hasta 14 horas para obtener un salario que no permite que el mínimo ahorro para enfrentar posibles adversidades sin que la familia se sacuda, mueva al abandono de la escuela y a la angustia, la desesperación porque si la dejan: ¿a qué se dedicarán estos chamacos en un mundo tan individualizado, cuyo lema parece ser: quítate tú pa’ ponerme yo, y luego yo, y al último: yo.
El mundo globalizado nos orilla a olvidarnos del semejante, nuestro otro yo, a quien vemos como enemigo, como potencial carnicero que la menor provocación nos despellejará. El neoliberalismo rampante nos vuelve cosas, objetos, seres a quienes se tritura para extraerle la última gota en aras de la productividad, y si sobreviven que lo hagan enfrentando pésimos servicios médicos, sin un fondo económico que le permita allegarse medicamentos siempre más allá de las posibilidades, degradando su alimentación, imponiendo incluso el interior de la familia la competitividad entre sus integrantes: si yo aporté más para el gasto, ¿porque sólo me tocan frijoles?
Somos carne expuesta al festín de los chacales gubernamentales, partidistas, eclesiásticos, delincuenciales, y los que gusten y manden.
Si el país no se desploma es gracias a toda esa ciudadanía proletarizada que en el día a día aporta su mal pagado esfuerzo para que como nación sobrevivamos. Sin embargo, la gente en el poder no atiende las señales del descontento, las inconformidades, e insiste en que todos nos apretemos el cinturón para aquellos continúen en el festín. Pese a los buenos deseos para el 2017, el recién nacido año amenaza, amenaza. A las vivas.