Libros de ayer y hoy
Una vez más el protagonismo le ganó al ahora legislador Gerardo Fernández Noroña.
Pretendió ingresar al Palacio Nacional en los momentos en que el presidente Enrique Peña Nieto daba un mensaje sobre su sexto informe de gobierno.
La intransigencia de Fernández Noroña propició que fueran agredidos por la turba que lo rodeaba los presidentes de las mesas directivas de las cámaras de senadores y de diputados, Martí Batres Guadarrama y Porfirio Muñoz Ledo, quienes pertenecen a la misma coalición que, igual que Noroña, votaron por Andrés Manuel López Obrador para que fuera el próximo presidente de México.
Fernández Noroña es un político inteligente que sabe muy bien que López Obrador está urgido de seguir demostrando que llegará a ejercer un poder muy diferente a los que existen hoy en Venezuela con Nicolás Maduro o el oportunista régimen que padecen los estadounidenses con Donald Trump.
Y sin embargo al legislador Fernández Noroña le ganan sus impulsos protagonistas que son producto del enfermizo rechazo que tiene por el gobierno peñista.
Y en muchos casos tal vez la crítica de Noroña al gobierno peñista tenga razón.
Sin duda es válido protestar contra la corrupción o las graves fallas como las que cometió el peñismo al entrar tardíamente al caso Ayotzinapa o tratar de escribir una narrativa exculpatoria de lo ocurrido en Tlataya.
Pero ahora la protesta de Fernández Noroña contra el gobierno que ya se va debe asumir un tono de mesura e institucionalidad que consiga resultados aclaratorios que impidan que se den impunidades en eventos que la sociedad ha denunciado hasta el cansancio.
Pero ahora Noroña debe asumirse como integrante de un gobierno que ya está en funciones y no como uno más de los integrantes de los grupos que han hecho de la protesta callejera o un negocio muy rentable o un mecanismo ilegal de presión al gobierno.
Y lo debe hacer porque, ya en los hechos, el gobierno de Peña Nieto ha entregado prácticamente todo el poder a su sucesor.
Es decir, el candidato por el votó Fernández Noroña para presidente de la república, ya ejerce muchos actos que pueden considerarse como actos de gobierno, y está a menos de noventa días de ser investido como el presidente de México.
Con sus actitudes Fernández Noroña no ayuda para nada al clima de estabilidad que necesita López Obrador para asumir el poder.
Institucionales, como dijimos al principio de estas notas, fuero Martí Batres y Porfirio Muñoz Ledo que, como invitados muy especiales ya que como presidentes de las mesas directivas de las cámaras de senadores y de diputados respectivamente, representaban nada menos que a uno de los tres poderes de la Unión.
Para Fernández Noroña se acabaron los tiempos de la protesta callejera desaforada y protagónica.
Llegó el tiempo en que como parte del gobierno triunfante de López Obrador, Fernández Noroña asuma su papel de legislador que por las vías institucionales, haga sentir todas sus propuestas e inconformidades.
Los protagonismos ya son cosas del pasado en el rijoso legislador Gerardo Fernández Noroña.