Libros de ayer y hoy
El proyecto político en curso dista mucho del que dio lugar al partido hegemónico en el siglo pasado. Son años luz la distancia entre Reconstrucción Nacional y el Nacional Revolucionario. Tienen en común el caudillismo de sus promotores y el pragmatismo programático; las referencias de López Obrador a los pobres no son menos elusivas que a las de la Revolución Mexicana, como mostró hace años Arnaldo Córdova. Lo que domina a ambos es un acomodamiento excluyente: para los de casa todo, para los de fuera, palo. Otra analogía es que el partido personifica al Estado o la Nación, ser opositor es estar en contra del país; el proyecto partidista callista no se inspiró en la representación democrática, sino en el fascismo italiano.
Las diferencias están en que Morena es López Obrador, Calles era el jefe no el dueño. No hay otro referente de cohesión. La renovación sexenal se vuelve en contra del proyecto. Morena sin su líder moral es frágil en extremo porque no quiso darle la institucionalidad al proyecto partidario, como lo pidieron algunos, especialmente Bertha Luján. Como bien lo señalara Madero en su texto sobre la sucesión presidencial, la edad del presidente es la misma que del régimen. Todo es cuestión de tiempo.
La alianza de mayor peso que ha construido desde el poder López Obrador ha sido con las fuerzas armadas y esto pudiera dar a pensar en el ejercicio del poder más allá de la investidura presidencial, como en su momento intentó Calles hasta que su propio discípulo, el general Lázaro Cárdenas, tuvo que echarlo del país.
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