Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
José Francisco Ruiz Massieu: la segunda transición asesinada
Carlos Ramírez
Si el asesinato de Luis Donaldo Colosio mató sin misericordia la posibilidad de transición política pactada con Manuel Camacho Solís como secretario de Gobernación del gobierno colosista, el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu también en 1994 puso el último clavo a las posibilidades de una democratización desde el PRI.
En política no hay asesinos solitarios, pero tampoco hay coincidencias: la política es una sucesión de hechos articulados de manera no lineal. El proyecto económico neoliberal de Salinas de Gortari montado sobre la estructura del tratado de comercio libre con los EE. UU. necesitaba de una continuidad política indispensable que Camacho y Ruiz Massieu no garantizaban porque el eje ideológico del salinismo implicaba la consolidación del Estado-mercado con costos sociales.
Por tanto, los dos asesinatos tuvieron sus beneficiarios políticos y de poder: el directo fue sin duda Salinas de Gortari, porque permitió la continuidad sin flexibilidades del modelo neoliberal-mercantilista-de mercado con Ernesto Zedillo; y el indirecto resultó Zedillo porque sabía desde el 23 de marzo que su misión era extender el proyecto económico salinista que él había ayudado a diseñar junto con Joseph-Marie Córdoba Montoya.
A 25 años de distancia y ya sin priístas en el poder –peor aún: dentro del partido Morena–, la lectura del asesinato de Ruiz Massieu el 28 de septiembre de 1994 ha reforzado sus referencias con el asesinato de Colosio.
En los días previos a su asesinato, Ruiz Massieu buscó a personas con las que había analizado con pasión la transición española a al democracia –el autor de Indicador Político, entre otros– para hacerles una pregunta sencilla, pero como punta de iceberg:
–¿Desde dónde se puede impulsar la transición a la democracia? ¿Desde el liderazgo de la Cámara de Diputados o desde la Secretaría de Gobernación?
Como jefe de la bancada priísta electa salida de la victoria del PRI en las elecciones presidenciales y legislativas del 21 de agosto, Ruiz Massieu también se mencionaba como futuro secretario de Gobernación del gabinete zedillista.
La transición a la democracia fue uno de los temas preferidos de Ruiz Massieu, al grado de que como presidente de la Fundación Siglo XXI del PRI había alentado varios seminarios públicos. Y en charlas de café siempre volvía a esa experiencia. Era de los pocos priístas que había analizado a fondo el proceso de cambio en España.
Por lo tanto, Ruiz Massieu se había fijado a sí mismo la tarea de instrumentar los cambios políticos que requería el sitiado sistema político priísta desde los efectos sistémicos del 68 estudiantil. Sin duda que había analizado sin recovecos el asesinato de Colosio, su desviación del camino del neoliberalismo con su discurso del 6 de marzo y su acuerdo político con Camacho para realizar la reforma democrática desde las oficinas de Gobernación. Es decir, en el mapa político estratégico, Ruiz Massieu iba a retomar la reforma política de Colosio-Camacho que había sido abatida a balazos en Lomas Taurinas.
Como el de Colosio, el asesinato de Ruiz Massieu fue sepultado por Carlos Salinas de Gortari y por Ernesto Zedillo. Al tomar posesión, Zedillo se olvidó de cualquier reforma, pactó un tibio acuerdo político con la oposición para lograr el aval a su draconiana estrategia anticrisis –aumento del IVA incluido– y tomó la decisión fundamental de su sexenio: deslindarse del expresidente Salinas y de su condición de beneficiario del asesinato de Colosio encarcelando a Raúl Salinas como pieza clave del asesinato de Ruiz Massieu.
En los hechos, el gobierno de Zedillo fue continuidad del modelo neoliberal globalizador de Salinas de Gortari. El encarcelamiento de Raúl Salinas y el exilio de Carlos Salinas le dieron a Zedillo un margen relativo de autonomía salinista de gobierno.
Las investigaciones de los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu fueron sobreseídas por Zedillo bajo las conclusiones de sendos asesinos solitarios. La conexión Ruiz Massieu-Raúl Salinas se ahogó en una línea de investigación que le quitó seriedad a la indagatoria: la contratación de una vidente. De manera oficial Zedillo dio carpetazo a los dos asesinatos y logró consolidar su distancia de esos crímenes con la alternancia presidencial al PAN de Fox, previa garantía de continuidad neoliberal con la designación de Francisco Gil Díaz –el histórico jefe de los Chicago boys mexicanos, los neoliberales por excelencia, hijos económicos de Milton Friedman– como secretario de Hacienda y guardián del monetarismo y el Tratado.
A 25 años de distancia pocos se acordaron de José Francisco Ruiz Massieu y, como es obvio, nadie en el PRI invocó su caso. Pero además de ser un expediente judicial abierto, su herencia política bien hubiera podido ser, con la de Colosio, una posibilidad de rescate de alguna propuesta coherente, reformadora y propositiva de proyecto nacional priísta. Pero el PRI sobrevive por la memoria del olvido.
Política para dummies: La política es la desmemoria.
@carlosramirezh