Libros de ayer y hoy
El golazo metido por el gobierno de los EE. UU. al negociador del Tratado de Comercio Libre 2.0 Jesús Seade en materia de supervisión laboral estadunidense tiene dos lecturas: una productiva y otra política:
1.- Para el gobierno de los EE. UU., el control sindical en México sólo funciona para control salarial y con ello mantener una ventaja comparativa y competitiva con otros países en materia de costo de producción. Es lo que hace China, por ejemplo, y lo que privilegió el desarrollo estabilizador y el TCL salinista.
2.- Para el gobierno mexicano, el control sindical fue la clave estabilizadora del sistema político priísta creado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río al construir a la clase obrera como sector corporativo del Partido de la Revolución Mexicana y luego del PRI. Dentro del PRI, los trabajadores obedecían a los hilos de poder del presidente de la república como el poder absoluto del régimen.
Por lo que se puede inferir que la perdida del control sindical por parte del gobierno morenista sería un flanco de debilidad de instrumentos de poder. A Morena le ha sido fácil lidiar con el sector sindical porque la CTM está en franca agonía y sus líderes carecen de liderazgo, pero el membrete ayuda a negociar con los empresarios.
El teórico de la alianza Estado-trabajadores ideada por Cárdenas fue Porfirio Muñoz Ledo, cuando llegó al presidir el PRI en 1976 luego de su derrota en la sucesión presidencial: convirtió en la retórica al PRI en el “partido de los trabajadores” y privilegió la “alianza histórica del Estado con el proletariado”, lo que asustó a los empresarios, aunque luego fueron tranquilizados por el presidente López Portillo con su Alianza para la Producción. Más que proyecto ideológico de clase, Muñoz Ledo sólo fortaleció el papel de Fidel Velázquez como eje proletario, pero no para luchar por la emancipación de los trabajadores sino para usarlos como petate del muerto contra las insubordinaciones empresariales.
Hoy la CTM no existe como sector de clase ni como sector corporativo del PRI, ni el PAN ni Morena lo han revindicado para sus organizaciones y la militancia sindical no sirve ni para acarrear votos. Los empresarios han diluido su temor al proletariado organizado en sindicatos y, lo peor de todo, es que los trabajadores han carecido de conciencia de clase y no tienen, como en el pasado cetemista, escuelas de capacitación proletaria para asumir su papel en la producción como instrumento de lucha contra los empresarios y el Estado.
La organización sindical hasta ahora al servicio del Estado ha servido para desclasar el papel obrero; el Estado ha mediado y anulado la lucha de clases como motor de la producción y el bienestar y el Estado logró encapsular y anular la lucha de clases con salarios bajos para privilegiar precios competitivos de manera artificial y para controlar el bienestar de los trabajadores con salarios “no-monetarios”: prestaciones, canastas, servicios públicos, educación-salud-alimentación-empleo subsidiado por el Estado. En este sentido, los trabajadores no luchaban por el salario con los patrones, sino por prestaciones con el gobierno.
Para no perder el control sindical Salinas se negó a negociar el sector laboral en el Tratado de 1993 y por eso la sorpresa ingenua del negociador del Tratado 2.0 Jesús Seade por el sector laboral como “letra chiquita” que nadie leyó. Los EE. UU., por primera vez, se lograron meter en el corazón del régimen priísta-panista-perredista-morenista y le quitaron al Estado el control sindical.
La reforma laboral en el Tratado 2.0 ya aprobada a ciegas por el Senado mexicano en realidad no afectaría a un gobierno mexicano que quisiera redinamizar la producción con relaciones productivas más libres y menos controladas por el Estado y sí propiciaría el cambio de régimen que ha pregonado Morena. Por lo tanto, esa reforma paralela del Tratado 2.0 también debería agradar a los morenistas que tienen clara la idea de un cambio de régimen; por ejemplo, a los comunistas del Partido Comunista Mexicano que siempre exigieron la libertad sindical absoluta.
Los que han mantenido silencio han sido los líderes sindicales, quizá porque todos ellos han medrado con su complicidad con el Estado para someter a control a los trabajadores y aplicarles una segunda expoliación vía las cuotas. En la realidad, la nueva cláusula en el Tratado 2.0 podría ser el acta de defunción del sistema sindical de centrales obreras que explotaban a los trabajadores. Y de paso, aumentar el bienestar directo de los trabajadores que hasta ahora tenía que pasar por líderes sindicales multimillonarios y con decenas de años en el poder obrero.
Política para dummies: La política es el control de las clases para dejarle el poder a las élites.
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