Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
Carlos Ramírez
En 1975, en una visita a México para promover la transición española a la democracia, el líder del Partido Comunista Santiago Carrillo tuvo una reunión con el líder del PRI mexicano, el historiador e intelectual Jesús Reyes Heroles.
Carrillo comentó a Reyes Heroles que México debiera seguir los pasos de España y transitar a la democracia.
El mexicano respondió que el sistema mexicano no era una dictadura como la de Franco.
Pero al final el propio Reyes Heroles le tocó, como ministro de Gobernación del gobierno de José López Portillo, instrumentar en 1977-1978 –casi en coincidencia con la española– una transición mexicana a la democracia con una reforma política que debió potenciar la democracia: la reforma del sistema de partidos para pasar de uno dominado por el PRI y con el centro-derecha PAN como “oposición leal” –es decir: sin meta de alternancia, en aquel entonces– a otro con equilibrio ideológico por la legalización del proscrito Partido Comunista Mexicano –de filiación marxista y con vínculos con la guerrilla– para meterlo al Congreso a debatir.
La segunda decisión de transición mexicana a la democracia ocurrió en 1990 y se completo en 1996: la separación del gobierno de la oficina realizadora de elecciones y la creación del Instituto Federal Electoral y su autonomía total en 1996.
Hasta 1990, las elecciones federales las hacía el gobierno a través de la Comisión Federal Electoral presidida por el ministro de Gobernación: el gobierno hacía el padrón, realizaba las elecciones, contaba los votos y decidía resultados.
La transición a la democracia del sistema autoritario, presidencialista, de partido de Estado a un sistema democrático pluripartidista se consolidó en julio del 2000 con la victoria del opositor PAN de centro-derecha en elecciones libres y sin violencia.
Antes de las elecciones había retumbado la amenaza del líder de los obreros oficiales, Fidel Velázquez: “a balazos ganamos el poder, a balazos nos lo tienen que quitar”.
La alternancia del PRI al PAN, después de setenta y un años de dominio de una clase política, fue un avance democrático, aunque no la construcción de una democracia o la consolidación de una transición.
Sin embargo, en el 2000 hubo alternancia de élite en el poder, sin liquidación del viejo régimen ni instauración de un nuevo sistema/régimen/Estado.
El gobierno del panista Fox gobernó con el PRI, a pesar de que dijo y repitió que sacaría al PRI “a patadas” de la casa presidencial de Los Pinos.
La coalición informal PAN-PRI pervirtió la alternancia, impidió una alternativa de grupo dominante y desinfló la transición. Es decir, no hubo transición de sistema, de régimen y de Estado.
El fracaso de la alternancia-transición ocurrió en 2012: por errores de dos gobiernos panistas el PRI regresó a la presidencia de la república para seguir gobernando como antes: corrupción, engaños, tráfico de poder, patrimonialismo.
La opción PRD-Cuauhtémoc Cárdenas se deshizo en el 2000 y en el 2006 comenzó la lucha social en las calles de Andrés Manuel López Obrador, con un discurso caudillista anti corrupción y anti privilegios.
Luego de la presidencia del priísta Enrique Peña Nieto marcada por la corrupción más escandalosa, en el 2018 arribó al poder López Obrador para restaurar el modelo presidencialista del viejo PRI, aunque sin el PRI ni su propio partido Morena.
El pasado 2 de julio de este año se cumplieron 20 años de la victoria de la alternancia en la presidencia mexicana que marcó el principio del fin del PRI.
En esos dos decenios México no construyó una estructura democrática ni consolidó el origen republicano de su independencia en 1808-1810.
La sociedad mexicana, que ha carecido de una educación democrática, ha vuelto a las andadas de los sistemas caudillistas.
Si se revisa la historia política de México, México necesitaba a finales de los setenta una transición, en efecto, pero una transición a una república de instituciones y leyes.
El perredista y expriísta Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 representó la figura de un caudillo popular que llevó la votación opositora, con fraudes y trampas, a un tercio de los sufragios.
El panista Vicente Fox construyó una base popular con sus frases de rancho que humillaron al PRI, pero en el gobierno gobernó como un priísta típico, se olvidó de la transición y el cambio político y se dedicó a disfrutar las mieles del poder.
El panista Felipe Calderón (2006-2012) sólo abrió al PRI las puertas de regreso a la presidencia.
A pesar de que sus siglas perdieron la presidencia en el 2000, el 2006 y el 2018, el PRI sigue siendo la estructura de poder del sistema/régimen/Estado en México y por lo tanto sigue latente el modelo de transición a una democracia de leyes e instituciones.
México ha perdido veinte años de historia para salir del PRI y regresar al presidencialismo priísta, por lo que sólo queda recordar la alternancia del 2000 con la nostalgia de un tango:
Volver, letra de Alfredo Le Pera y música de Carlos Gardel, tanguista argentino, voz de Gardel (1889/1990-1935):
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las sombras
Te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez
http://[email protected]
@carlosramirezh
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