Teléfono rojo
El principal error en la lectura política que tienen los medios mexicanos de las elecciones presidenciales radica en la caracterización de la disputa: la lucha Trump-Biden no representa una lucha entre intereses racistas y valores morales, sino entre dos formas de ejercer el poder imperial para mantener la hegemonía de los EE UU en la nueva configuración de bloques del poder mundial.
Muchos analistas siguen sin entender por qué Trump ganó las elecciones presidenciales del 2016 si representaba el puritanismo del siglo XVII y Hillary decía encarnar la primera posibilidad de que una mujer fuera presidenta del mayor imperio mundial. La realidad fue otra: Trump ofreció el regreso de los EE UU al papel de potencia mundial imperial en economía, finanzas y comercio y Hillary disfrazó su imperialismo detrás de las faldas rasgadas por la infidelidad de Bill Clinton.
Existe mucha ingenuidad en suponer que Biden será diferente a Trump; Obama le ganó a John McCain en el 2008 porque el poder militar-financiero-mediático necesitaba a un salvador del imperio y no a una figura de héroe de guerra. Trump derrotó a Hillary porque demostró que ella carecía de una oferta de consolidación imperial desde lo local. Y hoy Biden es un títere de un Obama de regreso a su discurso moral traicionado en sus ocho años de presidente.
La verdadera lucha en los EE UU encuentra a dos figuras en choque dialéctico: el Trump del puritanismo refundador nacionalista en raza y economía que sólo busca otros cuatro años personales sin elite y sin romper con el bloque dominante de poder y el Obama que también ya perdió la decencia política y ahora controla al Partido Demócrata sólo para abrirle la candidatura presidencial a su esposa Michelle en las elecciones de 2024, sin que ella represente una ideología, una definición de poder o una representación de clase.
Las dos posiciones en pugna se identifican en bloques de poder dominante: con Trump opera el Estado nacionalista racial del profundo país rural anti-Estado y con Obama-Biden asiste el establishment de intereses demócratas-republicanos que dominan la presidencia en función de sus intereses,
Sea Trump o Biden, la realidad es que las elecciones presidenciales en los EE UU han vencido el sistema representativo popular y los votos de los colegios electorales representan al verdadero gran bloque de poder estadunidense: el militar, el financiero y el mediático. Trump los representó en el 2016, en tanto que Hillary Clinton quiso construir otros grupos de poder. En los hechos, Trump no ha decepcionado a los tres poderes reales estadunidenses y Biden-Obama representan intereses particulares de pequeños grupos de poder elitistas.
La violencia de las guerras civiles moleculares –caracterización de H. M. Enzensberger– ahora con el movimiento violento afroamericano, la alianza demócratas-hispanos, los antifa de la izquierda radical violenta, los okupa que están creando comunas de autogestión y el debilitamiento del movimiento obrero como clase capitalista al servicio del Partido Demócrata están ayudando al autoritarismo de Trump ante la tibieza de Biden-Obama.
El proceso electoral actual no presenta sorpresas, incluyendo la tendencia adelantada de Biden en las encuestas como ya había ocurrido por las mismas fechas hace cuatro años con Hillary. Inclusive, el The New York Times el día de las elecciones del 2016 le daba en las primeras horas una abrumadora mayoría de posibilidades a Hillary y tuvo que bajar los datos ante los votos de colegios electorales por Trump.
La clave de las elecciones estará en los tres debates tradicionales entre candidatos, porque Biden ha demostrado una incompetencia preocupante para discutir con Trump. Y otro dato importante radicará en la decepción del importante contingente –sobre todo jóvenes– de la izquierda de Bernie Sanders sobre el hecho de que Biden represente la continuidad del conservadurismo.
En el 2016 Hillary perdió por no representar esa continuidad conservadora del establishment de los poderes militar-financiero-mediático, en tanto que Trump supo enarbolar la bandera de la ruptura del Estado a favor de la sociedad para garantizar la hegemonía de esos tres poderes reales como paso a consolidar un frente interno ablandado por las concesiones liberales que debilitaron el poder estadunidense.
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Política para dummies: La política electoral es la de los intereses de grupos dominantes, no la de los discursos demagógicos.
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