Poder y dinero
Los años que vendrían para México con los EE. UU., si se consolida la victoria electoral del candidato demócrata Joe Biden, acaban de ser perfilados en los comportamientos de la embajadora de México en Washington, Martha Bárcena:
Ante el ambiente de incertidumbre por el número de votos y porcentaje electoral del candidato republicano Donald Trump, el demócrata Biden ha comenzado a presionar a los aliados para hablar por teléfono con jefes de Estado y de gobierno que le den desde ahora la condición de presidente electo que aún no tiene. La embajadora Bárcena ha presionado al presidente de México para platicar con Biden, pero ha obtenido un no como respuesta.
Ante esa situación, la embajadora Bárcena entregó al equipo de Biden el martes 10 un documento en el que se establecen las ocho circunstancias que han definido en el Palacio Nacional de México para esperar los cómputos oficiales finales. Sin embargo, la embajadora dejó entrever el escenario de dos criterios mexicanos: ella entregó el documento “por instrucciones presidenciales”, un argumento que indica que lo ha hecho obligada y no convencida, cuando en realidad debió de haber usado el concepto de “soberanía de Estado” de México para determinar sus relaciones exteriores en función de los intereses nacionales mexicanos.
Con este incidente diplomático –para decir lo menos– ha inaugurado Biden su enfoque con México: la representante mexicana en Washington sólo se concreta a cumplir con las “instrucciones presidenciales”. Y Biden ha iniciado su relación con México presionando al presidente López Obrador para que lo reconozca como presidente electo sin serlo, sólo que con la complicidad de la embajadora Bárcena que parece responder a las prioridades estadunidenses.
Este asunto ha adelantado el estilo de relaciones exteriores de Biden, con el regreso del imperio al poder mundial y con los enfoques de seguridad nacional que colocan a los intereses de los EE. UU. en el centro de la diplomacia. Trump presionó muy fuerte a México para frenar la migración y para conseguir mayor actividad en persecución del crimen organizado, pero no para demostrar que es el presidente del mundo.
Biden, en cambio, ha comenzado a revelar el regreso del viejo imperialismo de seguridad nacional; y el demócrata lo ha dicho de manera directa: reconstruirá el dominio militar vía la OTAN, regresará al Acuerdo de París para el cambio climático que le permitió a Obama imponer los intereses estadunidenses y retornará a la estrategia migratoria abierta que volverá a México como tierra de paso de caravanas de migrantes rumbo a los EE. UU.
En este contexto se han delimitado, cuando menos para ofrecer escenarios, las líneas de acción en política exterior mexicana: la nacionalista (Cancillería y Palacio) que no quiere que México regrese a ser el peón estadunidense y la proestadunidense (embajada mexicana en Washington) que se subordinaría a los intereses de Washington. El segundo round se dará en el papel de México en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde el embajador Juan Ramón de la Fuente representa la línea estratégica de la Cancillería y Palacio Nacional y no los intereses estadunidenses.
Ante los años que vienen de una administración demócrata intervencionista y dominante para los intereses de seguridad nacional de Biden, México necesitará reorganizar su frente de resistencia. No basta que, de mala gana, la embajadora mexicana Martha Bárcena se concrete sólo a cumplir con “instrucciones presidenciales”, sino que se requiere de una sede diplomática más nacionalista ante los embates proximos por la agenda imperial del gobierno Biden-Obama para los próximos cuatro años.
En los mexicans desks de los demócratas se ha asumido al presidente López Obrador como un político populista, sin entender la lógica política mexicana de la línea nacionalista rediviva. Trump no se preocupó por México, pero Biden-Obama quieren de nueva cuenta controlar a su vecino del sur como patio trasero. La estrategia de López Obrador se parece más al modelo de “nacionalismo defensivo” que definió Lorenzo Meyer en 2006.
Por ello es importante el diferendo entre la embajadora Bárcenas y Palacio Nacional para discernir los intereses nacionales y los intereses estadunidenses en la política exterior de los próximos cuatro años.
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Política para dummies: La política se define en las tensiones del poder.
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