Libros de ayer y hoy
Como en la física, en política a cada acción corresponde una reacción en sentido contrario y con la misma intensidad. Esta ley newtoniana explica las razones de la marcha-mitin del presidente López Obrador como respuesta a la marcha-mitin de coalición conservadora Coparmex-Claudio X. González-INE-José Woldenberg del pasado 13 de noviembre.
Si el pretexto de hace dos semanas fue el argumento de que “el INE no se toca”, los datos públicos indicaban que los tres partidos de oposición –PRI, PAN y PRD– ya estaban planchados y habían declarado de manera pública que no votarían por la reforma electoral del presidente y su partido y que las reformas constitucionales de reorganización político-electoral no iban a pasar.
Pero a pesar de esa seguridad, el bloque conservador político-social salió a las calles a dar a conocer una expresión física de su potencial ciudadano. Por lo tanto, el bloque gobernante no podía permitir quedará en el ánimo público que una manifestación ciudadana tuviera la capacidad de reventar una decisión entre partidos.
En consecuencia, la respuesta fue obvia: el presidente de la República movilizó todo su aparato político-social para llenar de nueva cuenta del Zócalo y demostrar que tiene bases superiores a las de la coalición opositora y que además cuenta con estructura de movilización de masas y de votos para las elecciones presidenciales del 2024.
En términos de número, la coalición conservadora Coparmex-Señor X-INE-Woldenberg fue aplastada por la capacidad de movilización de masas del movimiento Morena y el liderazgo presidencial, con todo y las críticas de que fueron acarreados, obligados, convocados o invitados. Lo cierto es que la marcha presidencial exhibió un aparato de movilización social todavía muy sólido y aceitado y mandó el mensaje para el 2024.
En términos políticos, el mitin presidencial de ayer domingo fue el arranque formal de la sucesión presidencial del 2024, con mensajes claros que demuestren por qué razón el senador morenista Ricardo Monreal Avila no tiene la más mínima posibilidad de ser considerado entre las corcholatas oficiales y que ya quedó fuera del movimiento Morena por su opción escogida de irse a Madrid a una inocua interparlamentaria, en lugar de quedarse a luchar dentro de Morena por lo que considera sus derechos políticos en la 4ª-T y su acompañamiento en las luchas electorales de López Obrador.
La ingenuidad política de la coalición conservadora supuso que su demostración de asistencia ciudadana era suficiente para acariciar la posibilidad de conseguir los 25 millones de votos –mínimo– que necesitaría su candidato para ganar la presidencia de la República, porque una cosa es la militancia ciudadana individual y otra la capacidad de organización partidista para consolidar militancias y votos condicionados en cualquier elección.
Las dos marchas deben servir para analizar, con objetividad política, el reacomodamiento de movimientos sociales con miras a las elecciones presidenciales, al margen de la retórica burlona de la coalición conservadora y de la respuesta hasta cínica de la movilización de Morena, porque política lo que valen son los resultados finales y los votantes en las urnas.
La astucia presidencial inocultable también mostró la habilidad para moverse en el territorio de la plaza pública: mientras la coalición conservadora solo alcanzó para evitar la mayoría calificada de la propuesta de reforma político-electoral, el presidente López Obrador utilizó su mitin para hacer una evaluación general de todos sus proyectos de gobierno y ponerlos en el debate público de ahora hasta las elecciones del 2024, con el dato revelador de que la marcha de ayer domingo le permitió al presidente también exhibir a los tres precandidatos oficiales a la presidencia que serían la garantía de la extensión del Gobierno de Morena por seis años más.
Del lado contrario, la coalición conservadora ha cometido errores estratégicos en la configuración de figuras potenciales para la candidatura: quisieron lanzar a Woldenberg, pero el orador de la marcha por el INE se deslindó de manera inmediata de cualquier posibilidad porque su configuración política personal está muy lejana de la guerra de posiciones que implica una candidatura presidencial; y la lista de aspirantes a la candidatura opositora difícilmente sumarían un número de votos insuficientes para ganar la presidencia.
La marcha conservadora provocó la decisión presidencial de posicionar el 2024 a partir de ahora.