Poder y dinero
A pesar de que la economía es el eje de toda la articulación de la República, candidatos presidenciales, ecosistema mediático y la propia sociedad han estado ajenos al escenario del desarrollo para el próximo sexenio: las expectativas de crecimiento del PIB para los próximos 10 años –Banxico dixit— son de 2% promedio anual, igual a la de todo el ciclo neoliberal 1983-2024, y menor a la necesaria tasa de 6% que se requiere para recuperar lo perdido y avanzar en la atención de necesidades sociales.
Ante estas evidencias, políticos y gobernantes no quieren entender que la economía se encuentre en el fondo de los auges y las crisis y que los entendimientos entre partidos dependen de los equilibrios productivos entre empresarios y trabajadores. El auge económico del ciclo populista 1934-2012 fue producto del control del conflicto social por parte del Estado, pero con políticas de desarrollo basadas en la industrialización.
Los candidatos presidenciales y desde luego los más de 100 mil aspirantes a más de 20 mil cargos públicos están buscando el voto popular a través de la promesa de dinero regalado que en realidad no se toma como política social porque no modifica la clasificación de las clases y sólo son asignaciones presupuestales que tampoco dinamizan ni multiplican la actividad económica.
El candidato López Obrador prometió una tasa de crecimiento del PIB de 6% para su sexenio 2018-2024, pero la contabilidad final podría ser de 1.1% promedio anual; y si se puede culpar a la pandemia por el PIB de -8.6% en 2020, la tasa promedio de 3.8% en el periodo 2021-2024 no reflejó en realidad una reactivación económica productiva, sino sólo el rebote de 2020.
La candidata oficialista Claudia Sheinbaum Pardo ha establecido, sin ningún razonamiento ni diagnóstico de fondo, una tasa promedio de PIB sexenal de 5%, y sin ofrecer con claridad un verdadero Plan Nacional de Desarrollo programático. Pero el crecimiento económico anual no saldrá del rango mediocre de 2% si se sigue manteniendo la misma política industrial declinante, la prioridad presupuestal de gasto social improductivo del Gobierno y la falta de detonadores económicos.
El problema de la política económica del Gobierno de López Obrador no estuvo en la pandemia, sino en el dilema de gasto social vis a vis gasto productivo; es decir, que el presupuesto público se destinó a gasto improductivo de bienestar y a las obras insignia del Gobierno federal que sólo impactaron en empleo y bienestar en las zonas aledañas a su construcción y con muy poco efecto en cadenas productivas.
La lección que deja la estrategia de desarrollo del Gobierno lopezobradorista puede servirle a su sucesora adelantada Sheinbaum para encarar y resolver el dilema del desarrollo de su sexenio: mantener la existencia de un Estado como sector productivo de sí mismo y por encima del sector privado o utilizar los recursos públicos para programas de infraestructura que potencien al sector industrial y agropecuario privado. Si el próximo sexenio se mantiene la línea lopezobradorista de obras insignia del Estado, las expectativas del desarrollo seguirán estancadas en cifras de 2% promedio anual de PIB.
Cuando la Secretaría de Hacienda le presentó al presidente López Obrador en 2019 el Programa Nacional de Desarrollo basado en una estructura programática, la decisión del Ejecutivo fue tirarlo a la basura y en su lugar imponer de manera legal y en el Diario Oficial un Plan Nacional de Desarrollo dogmático, basado en compromisos sociales e ideológicos, pero sin ninguna estrategia de desarrollo realmente industrial y agropecuario.
El sector privado industrial quedó dándole vueltas a la noria detrás de la zanahoria de presuntos programas anticíclicos de corto plazo y con sectores específicos a detonar, pero el gobierno careció de dinero porque todo el presupuesto recaudado se fue a pagar el altísimo costo de cancelación de proyectos del Gobierno de Peña Nieto, para financiar subsidios de bienestar sin ninguna potencialidad productiva multiplicadora y para consolidar alrededor de cinco grandes obras insignia del régimen que se engulleron el presupuesto y su efecto multiplicador económico no alcanzará a convertirlas en detonadoras de actividad económica productiva.
Ante la falta de una propuesta real de política del desarrollo de la candidata adelantada Sheinbaum, al país le esperan cuando menos dos años de atonía productiva empresarial porque los empresarios no invertirán dinero si el Estado no regresa a su papel de detonador del desarrollo nacional. La advertencia ya fue registrada por el Fondo Monetario Internacional: el PIB esperado para este año de 2024 será de 2.4% y bajará a 1.4% en 2025, una advertencia que no encuentra sensibilidad en la candidata oficial.