Ráfaga
Nunca podremos agradecer lo suficiente a José Agustín por sus tres volúmenes de la Tragicomedia Mexicana. Cada uno de ellos no sólo es un compendio organizado de historias y personajes de la política nacional contemporánea, es una colección de discursos y decires políticos que pintan de cuerpo entero las singulares personalidades y obsesiones de la clase política.
Sin su texto sería difícil recordar que, durante su campaña electoral, José López Portillo desdeñaba los discursos preparados por los entonces jefes del PRI, Porfirio Muñoz Ledo y Augusto Gómez Villanueva; y que, en un arranque de honestidad confesó: “Cuando llego al micrófono no sé que voy a decir, y cuando lo dejo no me acuerdo de lo que dije”. Como se sabe, en realidad tampoco importaba lo que dijera porque no tenía contrincantes. En aquel proceso electoral de 1976, la oposición vivía una crisis profunda (el PAN no presentó candidato), los partidos satélites al sistema se alinearon al dedazo y la única opción política disidente (el Partido Comunista Mexicano) ni siquiera tenía registro.
Sin embargo, en las últimas dos décadas y media, el proceso democratizador en México ha obligado a los candidatos a trabajar y cuidar con celo sus discursos electorales para promover su figura al tiempo de contrastar su plataforma frente a la de sus contendientes; por si fuera poco, las campañas políticas han evolucionado en competitividad gracias a las mismas dinámicas que los medios de información, comunicación, propaganda y publicidad imponen a la conversación social. Hoy, candidatos y partidos están obligados no sólo a confiar en estrategias más sofisticadas para influir en la opinión pública sino a tomar con mayor disciplina las necesidades del marketing político.
Lo que hemos aprendido los últimos años es simple: para contender, los candidatos deben diferenciarse a nivel personal con atributos que van desde la estamina, la energía, el carisma, la elocuencia y el porte (algo que los mercadólogos llaman ‘verse presidenciable’); pero además, deben plantear su diferenciación de plataforma y oportunidad política a través del discurso. Sabemos que el discurso puede estar lleno de promesas y solemnes compromisos y que la plataforma responde más a los intereses de los sectores que cobijan a cada candidatura pero hay una regla lógica: la candidatura emergida del partido gobernante debe hablar de continuidad progresiva y la candidatura emergida de la oposición debe hablar de cambio o ruptura.
Por ello no sólo no hay sorpresa alguna en el discurso de la candidata de Morena y los partidos satélites al sistema de gobierno; en el fondo, no debe haber sobresaltos por varias razones. En primer lugar: Claudia Sheinbaum debe ser la primera persona absolutamente convencida en la ruta del proyecto político iniciado por López Obrador; está imposibilitada a titubear sus querencias respecto a lo que se ha definido como ‘Cuarta Transformación’ y sus líneas discursivas deben mostrar entusiasmo al mismo tiempo de ser congruentes con la evaluación positiva de su potencial predecesor.
En estos discursos caben bien los lemas: ‘continuaremos’, ‘seguiremos avanzando’, ‘reforzaremos’, ‘profundizaremos’, etcétera. Hasta ahora, la precandidata se ha mantenido en esta disciplina política y mercadológica atendiendo un supuesto: Que un alto porcentaje de electores está conforme con la administración vigente. Evidentemente, su eslogan en la precampaña es “Vamos por el camino correcto”. Aunque, como se ha corroborado en las últimas semanas, dicho camino no está exento de polémicas, corrupción, marrullerías y arribismos que afectan la intención del discurso.
Por el contrario, la construcción discursiva de una auténtica oposición necesita plantear invariablemente la idea de un cambio. Esto fue lo que, en el origen, tuvo la construcción del personaje político para la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez; se le promovió y designó como representante de los partidos opositores (PRI, PAN y PRD) porque su discurso respondía a los sectores que consideran imprescindible un cambio no sólo administrativo sino político e ideológico en México. El supuesto al que debe aferrarse la oposición es: Que un alto porcentaje de electores está disconforme con la administración vigente. Las líneas discursivas deben ser igualmente claras: ‘cambio’, ‘rechazo’, ‘ruptura’, ‘alternancia’, ‘retorno’, etcétera. Recientemente fuimos testigos de cómo ese discurso de oposición puso en el escenario al outsider Javier Milei en Argentina quien prometió cambiar el gobierno de la República directamente con una sierra motorizada.
Sin embargo, algo peculiar sucede en el equipo de la candidatura presidencial de oposición en México: hay dejos discursivos de continuidad política y administrativa en la propaganda de Gálvez. Los lemas de la precampaña no afirman que la ciudadanía “merece algo diferente” sino que “merece más”; también, utilizando el poderoso eslógan de López Obrador “primero los pobres”, Gálvez lo completa con un “de a deveras”; también habla de “mejorar” los programas de becas y apoyos económicos que han sido el sello de la administración saliente.
En conclusión, fuera de los lemas de campaña que aporte Movimiento Ciudadano, la contienda discursiva de la elección presidencial del 2024 hasta ahora se enfoca en las palabras “continuar” y “mejorar”, tanto el partido en el poder como la oposición mantienen discursos convergentes que tal vez revelen algo simple: Que el país quizá no va tan mal, que la gente confía en lo iniciado en este sexenio y que, en todo caso, no hace falta un cambio de rumbo, sólo un ajuste hacia la mejora.
Cuando López Portillo llegó a la presidencia aseguró que él no era “ni de derecha ni de izquierda porque no le interesaban las geometrías políticas” pero más adelante tuvo que confesar que “se había silenciado” para poder moverse “en el resbaloso terreno de la crisis”. Ese silencio evidenciaba lo vacío de su discurso, de su persona y su proyecto. Esperemos que las actuales candidaturas no cedan a la tentación de falsas convergencias y se definan con más claridad y autenticidad; porque las van a necesitar.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe