Poder y dinero
Parece una apuesta descabellada.
Pero los hechos confirman que López Obrador decidió apostar a favor del caos en todo el país; desconcierto que sirve para justificar su escandaloso gobierno fallido.
Es decir, deliberadamente el presidente mexicano estimula la anarquía y el desgobierno para capitalizar, a su favor, el caos y la desorganización
Por eso, frente a nuestros ojos está el desastre resultante: de las 10 ciudades más violentas del mundo ocho son mexicanas, según el informe 2021 de “Justicia, Seguridad y Paz”, del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública.
Se trata, en ese orden, de las ciudades de Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Juárez, Ensenada y Uruapan, en los estados de Sonora, Zacatecas, Baja California, Chihuahua, y Michoacán; territorios propiedad del crimen organizado.
Y frente a esa tragedia mundial obliga preguntar.
¿Quién habría imaginado un México con 120 mil muertes violentas; con el crimen organizado convertido en el mandón del país, en donde las instituciones del estado “rindieron la plaza” frente a las bandas criminales, en medio de la muerte de la División de Poderes y con una democracia simulada que no es más que “el gobierno de un solo hombre”?
¿Quién, con dos dedos de frente, habría pensado vivir la peor tragedia humanitaria ante al deficiente manejo de la pandemia; con un presidente que ha formulado cien mil mentiras en 39 meses; que llevó la economía a niveles de quiebra y la corrupción a estadios nunca vistos?
¿Quién, en su sano juicio, habría apostado que México viviría un “cogobierno” con los barones criminales; con los poderes Legislativo y Judicial sometidos; la domesticación de opositores y empresarios y la muerte de libertades básicas, como la de expresión y el extermino del periodismo?
Pero acaso la peor tragedia es que a pesar del caos que se vive en México –auténtica crisis de ingobernabilidad–, por lo menos cinco de cada diez ciudadanos siguen creyendo y apoyando al promotor del desgobierno y la anarquía imperante en todo el país, en todos órdenes de gobierno y en todos los poderes.
Pero vamos por partes. El sustantivo masculino “caos” se define como confusión, desconcierto, desorganización, desgobierno y anarquía.
Además, se trata de una definición fundamental del libro primero del Génesis, que arranca con la definición de que “la tierra era caos y confusión”.
Pero tampoco es una novedad que López Obrador gustaba del caos en el ejercicio de la política y del poder.
Todos recuerdan las tácticas terroristas empleadas por la pandilla fascista de López a lo largo de los gobierno de Fox, Calderón y Peña: en la toma de pozos petroleros, que ameritaron grandes estafas al dinero público, al alza en los precios de la gasolina conocidos como “gasolinazos” y los saqueos que de manera reiterada orquestaban los propagandistas de AMLO.
La CNTE se convirtió en un grupo de choque que se movilizó por todo el país para causas caos e ingobernabilidad, al extremo de destruir e incendiar oficinas de partidos opositores.
Mientras que tragedias sociales como el crimen de “los 43” se volvieron un eficiente activismo político que en cada manifestación saqueaba y provocaba terror en no pocas capitales del país: una estrategia similar a la orquestada con los llamados “macheteros de Atenco”.
Todo ello frente a la satanización de los gobiernos de Calderón y Peña, a quienes se responsabilizaba de una guerra con miles de muertes violentas; guerras que –frente a la violencia criminal que hemos vivido en el gobierno de AMLO–, resultan un verdadero juego de niños.
Y es que durante años, López y su claque utilizaron el vandalismo, la anarquía y el caos como poderosa arma “engañabobos”, al extremo de que el cuento del caos fabricado por la pandilla “lopista” se lo tragaron no sólo millones de ciudadanos sino articulistas, intelectuales, académicos y periodistas; muchos de los que hoy incluso son perseguidos por Obrador.
Lo más preocupante, sin embargo, es que hoy, con Obrador convertido en presidente, el caos vuelve a ser esencial no sólo en su “desgobierno” sino para justificar su fallida gestión.
¿Por qué?
Porque está claro que el caos es la mejor forma de victimizar a un presidente fracasado y a un gobierno fallido.
Es decir, que frente a la corrupción, la ingobernabilidad y el engaño colectivo, la mejor fórmula es el caos; espantajo al que le vienen como anillo todas las culpas del pasado y los fracasos del presente.
Ante el terror generalizado de la violencia y frente al fracaso de que no habría más violencia y que los pobres serían primero, la mejor justificación es el caos.
El mismo caos que incrementa y justifica la pobreza, el desempleo, la carencia de bienestar, salud y educación: caos que justifica todos los fracasos del gobierno de López Obrador.
Pero acaso la tragedia mayor es que buena parte de los medios; de los grandes empresarios detrás de las empresas mediáticas, se juegan sus fortunas, sus nombres y su prestigio a favor de algunos de los mayores engaños de la historia en México.
El engaño de que se vive una “cuarta transformación”, que no es mas que un retroceso a los peores años del siglo pasado; a los años del populismo y de los gobiernos autoritarios.
Incluso el mundo; la prensa global ya detectó y descubrió la gran farsa que significa el gobierno de López Obrador; farsa que se sostiene en montajes oficiales como la zacapela en el estadio de fútbol de Querétaro, en donde el gobierno sembró golpeadores criminales a sueldo.
Farsa como la desaparición de cuerpos en el fusilamiento de Michoacán.
Farsa como la siembra, desde Palacio, de las escuchas ilegales al fiscal general de la República.
Al final el caos que hoy asusta a muchos terminará por ser el caos que legitime la reelección de López Obrador y la perpetuación de su dictadura.
¿Lo dudan?
Al tiempo.