Libros de ayer y hoy
Con bombo y platillos el presidente mexicano nos regala, el día de hoy, otro ridículo mundial.
En efecto, el 21 de marzo del 2022 quedará en la historia de México y del mundo no sólo por la inauguración de una de las mayores aberraciones de que se tenga memoria –el rupestre aeródromo Felipe Ángeles–, sino porque se trata de un fraude mayúsculo y un escandaloso engaños de Estado.
Y es que para edificar el aeródromo de Santa Lucía el presidente López Obrador llevó a cabo un engaño monumental sobre la supuesta corrupción del NAIM y, con ello, endeudó a los mexicanos con un monto que se aproxima al Fobaproa de Zedillo.
Sin contar, claro, que las obras faraónicas de López Obrador se han construidos sobre una probada montaña de corrupción, incluido lo que muchos motejan como “la central avionera” de Santa Lucía.
Y no existe duda de que el Felipe Ángeles es un remedo de aeropuerto ya que, en rigor, apenas y puede ser llamado aeródromo.
¿Por qué?
Porque frente a las casi 900 operaciones diarias que realiza el actual Aeropuerto Benito Juárez de la CDMX, la terminal de Santa Lucía sólo tendrá capacidad para 12 vuelos diarios: ¡sí, sólo 12 operaciones al día!
Lo cierto es que –como también sabe el mundo–, el dizque Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) no es más que otro de los caprichos del “presidente niño” mexicano; un mandatario que en medio de la risa del mundo “hoy jugará a los avioncitos”.
Sí, porque a querer o no, el aeródromo Felipe Ángeles no es más que otro de los caprichos locuaces del populista mexicano, quien gracias a su probada estulticia les recetó a los mexicanos uno de los mayores desfalcos del dinero público de la historia.
Pero vamos por partes.
¿Por qué el Felipe Ángeles no pude ser llamado aeropuerto?
Por una razón elemental: porque la ley mexicana sobre aviación le otorga el carácter de aeropuerto a una instalación de servicio aéreo civil y/o comercial con una intensidad de tráfico tal que justifique su uso permanente.
Por tanto, los 12 vuelos comerciales que pretende ofrecer Santa Lucía y su reducida capacidad de maniobras lo dejan en calidad de aeródromo: algo más cercano a una “central avionera”.
Además, claro, de que está lejos de cumplir las especificaciones para ser considerado como un aeropuerto de calidad internacional, a pesar de que dice la propaganda y los mentirosos mensajes oficiales.
Pero el mayor escándalo no está en la pequeñez del aeródromo Felipe Ángeles, y tampoco en su aún inexistente infraestructura y vías de acceso sin terminar –algunas de ellas caminos de terracería y puentes inconclusos–, sino en el fraude no aclarado del malogrado Aeropuerto de Texcoco.
Vale recordar que el NAIM fue concebido en el gobierno de Peña Nieto y que su financiamiento estaría a cargo de grupos privados que recuperarían su inversión gracias al cobro del impuesto por viaje.
Se trataba de una de las obras más importantes del siglo en todo el continente y que colocaría a México como el principal punto de partida, para todos los continentes, desde América Latina.
Sin embargo, en otra de las muchas mentiras de López Obrador –ya que había prometido de manera pública que el NAIM continuaría–, a las pocas semanas de obtenerla victoria como presidente electo decidió la cancelación de la magna obra que generaría cientos de miles de empleos, tanto temporales como permanentes.
¿Y la razón para la cancelación?
Uno de los argumentos más trillados de López; la supuesta corrupción.
Lo cierto, sin embargo, es que tres años después de una encuesta amañada y mentirosa con la que según AMLO “el pueblo” votó por tirar el NAIM, no existe una sola prueba de la presunta corrupción y tampoco una investigación que apunte en esa dirección.
Lo que si se sabe, sin embargo, es que según la Auditoría Superior de la Federación, el quebranto a las finanzas públicas a causa de la cancelación del Nuevo Aeropuerto de Texcoco les costó a los mexicanos la friolera de 331 mil millones de pesos.
Vale recordar que el Fobaproa de Zedillo significó un quebranto para el dinero público de 552 mil millones de pesos, lo que significa que tirar el NAIM es el 60 por ciento del costo del Fobaproa; quebranto que por décadas utilizó López Obrador como bandera político electoral.
Es decir, que a causa de la torpeza y el capricho de tirar el NAIM para edificar, en su lugar, “la central avionera” de Santa Lucía, los mexicanos pagaremos un nuevo Fobaproa, ahora creado por López Obrador.
Pero el escándalo no termina ahí.
Según el economista Mario Dí Constanzo, si se suman el costo de la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, además del costo la corrupción detectada por la Auditoria Superior de la Federación en el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas, el monto del quebranto de dinero público alcanza la escandalosa suma de 548 mil millones de pesos; casi el mismo monto del Fobaproa de Zedillo.
Pero tampoco es todo. Según la misma fuente, el llamado “Pemexproa” –el quebranto al que ha llevado el gobierno de Obrador a Pemex en el 2021–, suma ya un desfalco de 684 mil millones de peso, que dejan muy lejos el Fobaproa de Zedillo, que significó, como se dijo, 552 mil millones de pesos.
Es decir, la pequeñez del Aeródromo Felipe Ángeles es de la estatura política de López Obrador, mientras que el monumental desfalco de las obras faraónicas de AMLO es del tamaño del fracaso del presidente mexicano.
Al tiempo.