Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
¡Periodistas espiados y… periodismo de quinta!
Lo nuevo no es que en México el espionaje alcance a periodistas, políticos, empresarios, líderes sociales y todo aquel que para algunos sean un riesgo y un negocio para otros.
Espían instituciones del Estado, espían grupos criminales, empresariales y hasta grupos especializados en infidelidad. Bueno, espían “malandros” que roban identidad, documentos confidenciales y cuentas bancarias. Incluso quienes buscan chantajear a los infieles.
El problema, sin embargo, no es saber que todos somos espiados. No, el problema es probarlo, con nombre y apellido -santo y seña-, para que la autoridad castigue el crimen llamado espionaje.
Y viene a cuento porque la mañana de ayer el escándalo fue mayor. Un supuesto reportaje -firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth- se convirtió en debate. Y es que según el “prestigiado” The New York Times, el Estado mexicano espía a periodistas y activistas. ¡Gran novedad!
Sin embargo, la revisión elemental del “reportaje” arroja una deficiencia periodística alarmante; falta elemental de ética, rigor y la pieza termina en un grosero “champurrado” entre opiniones, supuestos y presunciones.
Incluso, una penosa justificación exhibe a los reporteros. Reconocen que “sin embargo, no hay pruebas definitivas de que el gobierno sea responsable” del espionaje.
Y si “no hay pruebas definitivas”, ¿qué periodismo y qué periodistas reportan sobre México, en The New York Times? Vergonzoso.
Van algunas perlas del “reportaje”.
1.- Dicen Ahmed y Perlroth que el gobierno de México gastó casi 80 millones de dólares en un programa de espionaje de origen israelí. No hay un solo documento que confirme el gasto, salvo el dicho de los periodistas. Nunca ofrecen un contrato, una prueba, del supuesto software conocido como “Pegasus” y tampoco si lo operan Gobernación, el Cisen o policías de San Quintín.
2.- Dicen que “según decenas de mensajes examinados” por The New York Times y analistas forenses independientes, dicho software ha sido utilizado para vigilar a algunos de los más severos críticos del gobierno mexicano.
Aquí la deficiencia periodística es de escándalo. ¿Cuántos y cuáles mensajes? ¿De quién eran esos mensajes? ¿Qué tipo de mensajes…? Nada. Solo especulaciones y el dicho, a manera de opinión, de los “periodistas”.
3.- A lo largo del “reportaje”, los reporteros nunca prueban el espionaje, pero tampoco que dicho “espionaje” tenga origen en instituciones del Estado mexicano, a pesar de que son contundentes los casos de criminales que espían, empresarios que espían, empresas privadas de espionaje para todo tipo y todos los gustos.
4.- Está claro que instituciones mexicanas espían; que ese espionaje debe ser denunciado y castigados los responsables. Pero también el maniqueísmo, la falta de rigor profesional y el periodismo de quinta que muestran The New York Times y sus reporteros.
Por eso, aquí especulamos que asistimos a otra cara de la guerra sucia propia de los tiempos electorales.
5.- Y el maniqueísmo del “reportaje” queda exhibido en el párrafo que sigue, verdadera joya del cuestionable periodismo de Ahmed y Perlroth.
Dicen: “Los ciberataques sofisticados en contra de ciudadanos son indicativos de las luchas internas que se libran en México y despiertan cuestionamientos legales y éticos sobre un gobierno que enfrenta fuertes críticas por sus antecedentes en derechos humanos”.
¿Cuáles son las “luchas internas” que se libran en México? ¿Cuáles “cuestionamientos legales y éticos” al gobierno? ¿Y cuáles “antecedentes” en temas de derechos humanos?
¿Será, acaso, un mensaje de Carlos Slim a Enrique Peña, a todo el gobierno federal?
6.- Pero la perla es el testimonio de Eduardo Guerrero, identificado por Ahmed y Perlroth, como “ex miembro del Centro de Investigación y Seguridad Nacional de México” (sic).
Citan al ex funcionario, pero nunca responden las preguntas básicas. ¿Quién es Eduardo Guerrero? ¿Qué cargo tenía en el Cisen? ¿Fue director, analista, barrendero…? ¿Tenía acceso al espionaje? ¿Se robó los programas? ¿Sacó información de Estado…? ¿Por qué salió del Cisen? ¿Lo corrieron?
El “reportaje” tiene un evidente tufo militante. Algunas de sus “fuentes” mantienen vínculos con un partido en desgracia.
Pero The New York Times no es el único caso de la prensa extranjera militante que se ocupa de México. El periódico El País realizó una deplorable cobertura de las elecciones del pasado 4 de junio y sus reporteros -ignorantes absolutos de la legislación electoral mexicana-, levantaron opiniones de los mismos círculos periodísticos que nutren el reportaje del The New York Times sobre el espionaje.
Es decir, mentira sobre mentira. ¡Ver para creer…!
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