Poder y dinero
Morena: el dedo y “la purificadora”
En los años 60, 70 y 80, del siglo pasado, una de las mayores críticas que formulaban la izquierda y la derecha mexicanas era contra la cultura del dedazo en la selección de los candidatos del PRI a puestos de elección popular, en especial los aspirantes presidenciales.
Más aún, la picaresca social lanzó contra el priismo un fino humor que dio vida al gran dedo; epítome del poder presidencial y del futuro político en México.
Humoristas profesionales de aquellos años -destacadamente Magú en los diarios Unomasuno y La Jornada- caricaturizaban al dedo con el dibujo de una falange purulenta capaz de dar o quitar; dueña del futuro y las vidas de los políticos.
Sin embargo, hoy el dedo ya no sorprende a nadie. ¿Por qué? Porque en su versión moderna ya no es propio del PRI; el dedo es patrimonio de dirigentes y políticos de todos los partidos; PAN, PRD Morena, Verde, Panal, PT…
Más, el dedo es parte del nuevo diccionario político de partidos como Morena. El dedo es mucho más que la falange índice del dueño de un partido. No, el dedo es la definición del término “consenso”.
Y es que en su más reciente Consejo Nacional -chabacano engaño alejado años luz de la democracia-, Morena y su dueño decidieron que las candidaturas a puestos de elección popular serán procesadas mediante el democrático, infalible y bendecido procedimiento “del consenso”.
¿Qué es el “consenso”, en un partido político como Morena?
Nadie en Morena lo dice, pero todos lo saben. El “consenso” es el viejo dedo que inventó el PRI a lo largo de su historia para preservar “la dictadura perfecta”.
Hoy, en Morena el dedo tiene nombre y apellido. En Morena el dedo se llama Andrés y se apellida López.
Y hoy el dedo será capaz de seleccionar a un candidato presidencial de Morena -que todos saben quién es-, además de nueve aspirantes a gobiernos estatales, a centenares de abanderados a diputados federales, estatales, senadores y alcaldes.
Pero el dedo -como queda claro- no se manda solo. Es el instrumento para señalar a los agraciados y para echar a los desgraciados. El dedo suele ser autoritario, no admite democracia, disenso, discusión. El dedo es único, infalible, inatacable e intachable. El dedo es el alter ego del poder en México.
Por eso, el dedo aparecerá pronto en la Real Academia como sinónimo de “consenso”, en el siempre brillante léxico de partidos políticos como Morena.
Pero la misma Real Academia incluirá otra definición de ese rico diccionario de la política mexicana, que es el partido de AMLO.
Si algún curioso busca el significado de “purificadora”, la Real Academia responderá que hay purificadoras de agua, de aire, lácteos y muchos otros.
Sin embargo, en la picaresca local el nuevo significado de “purificadora” es el partido Morena; empresa capaz de purificar a políticos pillos y sinvergüenzas; capaz de convertir a “los cerdos cochinos y marranos” y “a las ratas” en políticos impolutos.
Y es que la ambición sin freno por alcanzar el poder -que caracteriza a AMLO- ha llevado a su partido y a su proyecto político a ser el aparato campeón en la recolección de la peor bazofia de la política mexicana y convertirla en “los nuevos productos de la sanidad y la santidad partidista” de AMLO.
La jerga callejera ya moteja a Morena como la “purificadora”, empresa familiar presentada como partido político, capaz de perdonar y purificar hasta a las peores sanguijuelas de la política, a quienes transforma en los nuevos próceres de la patria. ¡Y que chingue su madre el que no se santigüe frente a esos próceres purificados”.
Lo ridículo de la parodia del dedo y la “purificadora” es que a pesar de la grosera ridiculización de la política mexicana, del sistema de partidos y de la propia sociedad -en tanto votantes- es que nadie dice nada, pocos están preocupados por el maniqueísmo al que llevan algunos políticos la lucha por el poder y, sobre todo, la burla a toda la sociedad.
Parece que la brillante intelectualidad mexicana está reconfortada, aliviada y agradecida por el regreso del pasado político; por la vuelta del vulgar dedo y el insulto de “la purificadora”.
Parece que los críticos de partidos y políticos, que satanizaron a Peña porque no recordó el título de tres libros y que crucificaron a Fox por ignorante, prefieren aplaudir la monstruosidad antidemocrática de Morena y su dueño, se congratulan por su falsa identidad de izquierda y se santifican frente al fatuo símbolo del viejo PRI, al que hacen caravanas con un sumiso “¡señor candidato!”.
El problema no es el regreso del dedo y “la purificadora”. El problema son los pigmeos del intelecto mexicano.
Al tiempo.