Poder y dinero
“El dedo”: lo aman y lo odian
El “dedo” es esa decisión vertical, autoritaria y nada democrática que emplea el PRI para designar aspirantes a puestos de elección popular, sobre todo al candidato presidencial.
Pero resulta que el más exitoso producto de exportación del PRI, “el dedo”, hoy parece su peor enemigo. Y es que quienes deben todo “al dedo” -carreras, puestos y fortuna-, no solo reniegan de él, sino que lo quieren muerto y hasta invitan a sus funerales.
“El dedo” debe morir, dicen a voz en cuello los rebeldes del PRI. Y pregonan a los cuatro vientos que la muerte “del dedo” es condición sine qua non para que los ciudadanos vuelvan los ojos, la confianza y el alma al PRI.
Incluso sentencian, con el índice flamígero, que de no decretar la muerte “del dedo”, el PRI está derrotado en las adelantadas presidenciales de 2018; batalla en la que tiene todo en contra, según dicen.
Y es posible que tengan razón todos aquellos que hoy cargan el ataúd del viejo “dedo” priista, como si cargaran la mismísima mortaja de la peste.
Es probable que les asista la razón a los que apuran la sepultura de la vieja falange purulenta, con el sambenito de que es la única forma posible de recuperar la confianza ciudadana.
Y es que, en efecto, los ciudadanos están -estamos- hasta la madre de los partidos, de sus viejas prácticas nada democráticas, clientelares, engañobobos y del despilfarro del dinero público; que es dinero de todos.
Sí, los ciudadanos están -estamos- hasta la madre de fallidas “líneas 12” del Metro, de gobiernos opacos que ocultan despilfarro de los “segundos pisos”; hasta la madre de la opacidad de costosas “estelas de luz” y de socavones de la muerte.
Pero también los ciudadanos están -estamos-, hasta la madre de la simulación y el engaño de políticos de todos los signos partidistas, que son incapaces de la autocrítica elemental; que no pueden reconocer que el problema no son las siglas de un partido y tampoco sus poco democráticas prácticas, como “el dedazo”.
Lo cierto es que el problema de los partidos, de la política y los políticos no es “el dedo”. El problema son mujeres y hombres de cada partido que, cuando se benefician “del dedo”, son aplaudidores de “la dizque democracia” partidista -y que los hace merecedores de todas las glorias del poder-, pero cuando ese poder los margina, entonces reniegan del “dedo” y de todo.
El problema no es “el dedo”. O no solo es “el dedo”.
Si el problema fuera “el dedo”, en Morena, por ejemplo, no habría nadie haciendo fila para el reparto de puestos y cargos. No existiría el dueño mismo de Morena. Morena es lo que es y vive el mayor boom de su breve historia, gracias al purulento “dedo” que heredó del PRI.
Incluso, en Morena resultaron “más chingones que bonitos”, ya que con notable éxito lograron la evolución del “dedo” a un nivel tal de sofisticación que parió “la tómbola electoral”; evolución metafísica de la antidemocrática falange.
Si el problema fuera el “dedo” priista, entonces un político como Ricardo Anaya no sería hoy dueño absoluto del PAN y -propietario por obra y gracia del “dedo azul”- de la candidatura presidencial.
Sin “el dedo” no existirían PRD, Morena, Panal, PT, PVEM…
En realidad, la proliferación de “el dedo” en todos y cada uno de los partidos políticos mexicanos y su evolución hacia formas chabacanas como “la tómbola” no solo es la mejor prueba de que vivimos en una democracia sin demócratas, sino que no existe cultura democrática.
Pero hay más. ¿Por qué Morena, el partido más exitoso y de mayor crecimiento en México, es aquel donde el culto “al dedo” es aplaudido y parte de su genética antidemocracia?
La respuesta es demoledora. Porque los mexicanos aman “al dedo”, convertido en la versión mexicana del Síndrome de Estocolmo; es decir, los ciudadanos están enamorados de su verdugo, “el dedo”.
No, la crisis de credibilidad, antidemocracia y desconfianza en el PRI -y en el resto de partidos- no es una crisis por “el dedo” que da y quita.
El problema está en la mano toda; en los 10 dedos de “las manos sucias” de partidos y políticos, en la cultura ciudadana “del que no transa no avanza”. Y es que sean políticos o ciudadanos, en general, para muchos los 10 dedos son pocos para robar, para depredar y saquear.
El problema son “las manos en la masa”, las “manos sucias”, los “mano larga”, la “mano negra” de la transa. Por eso nadie es capaz de “meter las manos al fuego” por un político o un partido. Hoy muchos dicen odiar “al dedo” mientras otros tantos lo aman y hasta prenden incienso al mismo “dedo”.
Vivimos la inmortalidad del “dedo”, a pesar de odios y amores.
Al tiempo.