Libros de ayer y hoy
“¡PINCHE LOZOYA REPRESOR DE PERIODISTAS!”.
Lo que viene contra Emilio Lozoya, es el sambenito de que es “un pinche represor de periodistas”. ¿Por qué?
Porque cometió el pecado capital –junto con sus abogados–, de exhibir no sólo el pobre periodismo que se hace en México, sino que derrumbó el montaje en su contra y se atrevió a decir que analiza presentar una demanda contra los medios y los periodistas que, más que informar, difaman.
La advertencia de Lozoya y de sus abogados enojó aún más a un puñado de “informadores” que montaron una historia de supuesta corrupción que se cae a pedazos y se desvanece en medio de serias contradicciones.
Se analiza con todo cuidado “la demanda contra quienes han difamado a mi cliente” y contra Odebrecht, dijo uno de los abogados, quien advirtió severo: “y lo analizamos porque si se demanda es para ganar”, dijo. “¡Y no es amenaza!”, remató.
Luego, en tono cáustico, solicitar a los “periodistas” autores del reportaje que detonó el escándalo contra Lozoya, que “por el bien de todos, de México y de la justicia”, entreguen a la PGR las pruebas que tienen los propios periodistas y que incriminan a Lozoya. El tono provocó el enojo de algunos reporteros, mientras que otros no pudieron contener la risa.
Y es que en la conferencia de prensa del ex director de Pemex, quedó claro que en la carpeta de investigación que abrió la PGR por el caso Odebrecht, no existe una sola prueba y tampoco se demanda por algún delito a Emilio Lozoya.
Además, los abogados de Lozoya aclararon que el gobierno de Brasil y ningún otro gobierno del mundo tiene cuentas pendientes contra Lozoya.
Por eso la pregunta. ¿De qué clase de delito estamos hablando, sí en México la PGR no persigue a Emilio Lozoya por ningún delito, si en Brasil no se le ha fincando responsabilidad alguna por los supuestos sobornos, y si en ninguno de los expedientes de las autoridades de los dos países existen documentos o pruebas del supuesto soborno?
Per hay más. ¿Qué valor probatorio y legal tiene, para la autoridad mexicana, la declaración o el dicho de un delincuente confeso –declaración producto de un convenio con el gobierno de Brasil–, para incriminar a un ciudadano mexicano?
Y vale la pregunta porque según el “trabajo periodístico”, al ex director de Pemex lo acusaron tres delincuentes confesos y juzgados en Brasil, que dijeron ser testigos de los sobornos. Pero esos delincuentes negociaron su calidad de “testigos protegidos” con el gobierno de Brasil. ¿Tienen valor, para la justicia mexicana, las declaraciones de esos criminales? Según distintos especialistas, la respuesta es contundente; “no”.
Lo cierto es que si nos atenemos a la conferencia de prensa que ofrecieron Lozoya y sus abogados, si nos atenemos a las pobres preguntas de los periodistas y a las sarcásticas y retadoras respuestas del ex director de Pemex y sus abogados, queda claro que el escándalo parece más un montaje que una denuncia seria.
Pero no, nadie se equivoque. No sabemos si Lozoya es inocente, pero hasta ahora nadie –ni los periodistas que lo persiguen, ni la PGR, ni el gobierno de Brasil–, han ofrecido una sola prueba de que Emilio Lozoya recibió sobornos por parte de Odebrecht.
Queda claro que el escándalo Lozoya sigue el mismo camino que supuestas “investigaciones periodísticas” de “los mismos de siempre”; inventos que difaman con la intención de dañar la imagen de un gobierno al que han apaleado por años con fines político electorales.
Durante la conferencia de prensa, Lozoya respondió a todos los cuestionamientos, menos aquellos relativos a su vida personal. Explicó el origen lícito de sus ingresos, retó a los periodistas a demostrar irregularidades durante su gestión en Pemex y explicó en detalle el complejo laberinto para la licitación de contratos en Pemex; licitaciones que no son autorizadas por el director de la paraestatal, sino por otras instancias.
Luego expuso lo absurdo que resulta –francamente de locos–, la presunción de que los directivos de Odebrecht lo hayan contactado y sobornado sobre contratos de Pemex –durante la campaña presidencial de Peña Nieto–, cuando nadie sabía si en México ganaría el PRI, si nadie sabía si Lozoya sería incluido en el gabinete, si nadie sabía si llegaría a Pemex y –ya en la locura total–, si nadie sabía si se licitarían los contratos que luego se dieron a Odebrecht.
Por lo pronto, luego de la conferencia de prensa de Emilio Lozoya y de sus abogados, en el ánimo de algunos de los “periodistas” que construyeron el espantajo del soborno a Lozoya salieron convencidos de que ya son víctimas de una persecución.
“¡Pinche Lozoya represor de periodistas!”
Al tiempo.