El agua, un derecho del pueblo
¡El rival más débil…!
No, no estamos hablando de un popular programa de concurso que prueba la cultura general de los participantes.
No, en realidad nos referimos a la contienda presidencial de julio próximo, que vive su etapa de precampañas y que por tanto se ha convertido en una competencia por detectar no al mejor presidenciable, sino al mejor comediante.
En el fondo, sin embargo, la comedia que vemos todos los días entre los aspirantes presidenciales -incluidos los independientes- tiene un objetivo estratégico, en el cual trabajan casi todos y al que dedican su mayor tiempo.
Nos referimos el esfuerzo constante por empujar a uno de los candidatos de las tres grandes coaliciones lo más lejos posible de los punteros. Es decir, que todos luchan por mandar a uno de sus adversarios al lugar de “el rival más débil”.
¿Y eso por qué y para qué…?
Porque todos saben que en una contienda cerrada, como la que veremos en las próximas semanas, “el mejor de los mundos posibles” es conseguir la polarización de la contienda solo entre dos punteros.
De esa manera, al quedar solo dos candidatos en la punta de la contienda, el llamado “voto útil” manda al olvido al rival más débil.
Por eso, la cantaleta reiterada de AMLO -un día sí y otro también- de que el candidato del PRI “no crece”, “no levanta” y “se ha rezagado”.
En realidad lo que busca el dueño de Morena es sembrar la duda entre los potenciales votantes, sobre la efectividad de José Antonio Meade. Pero además, la anterior estrategia “cierra la pinza” mediante esa suerte de “compras de pánico” de los desertores que se mudan a Morena, PAN y hasta al PRI.
Y es que López Obrador hace todo lo imaginable por sembrar en el imaginario colectivo la idea de que Meade “es el rival más débil” y que Morena ya es imbatible.
Es decir, AMLO juega el juego del voto por percepción -de que Meade no crece-, cuando en realidad sabe que el verdadero enemigo de su aspiración presidencial es el candidato de la alianza PRI, PVEM y Panal.
Lo curioso es que “las compras de pánico” no solo han alterado la conciencia de la clase política, sino de no pocos analistas, editorialistas, opinantes y columnistas, quienes igual que los políticos, ya empezaron a desertar de sus posturas críticas a AMLO. Empiezan a tragar los sapos y las serpientes del engaño.
En pocas palabras, asistimos al fenómeno “Chapulín Colorado”. Es decir, que empieza a “cundir el pánico” entre políticos, partidos, analistas y estudiosos de la cosa político electoral.
Y precisamente ese es el objetivo de la estratagema mentirosa; de que tal o cual candidato no crece y de que existe un éxodo masivo en favor de Morena.
A su vez, Ricardo Anaya mueve sus propias fichas para hacer creer que la suya -la coalición de PAN, PRD y MC- es la alianza ganadora. Igual que AMLO, el señor Anaya prefiere a Meade fuera de la contienda, ya que supone que si la elección se polariza precisamente entre las coaliciones de Obrador y Anaya, el ganancioso será el ex presidente del PAN.
Lo cierto, sin embargo, es que a pesar del pánico colectivo, del pánico sembrado y de todos los intentos por desdibujar a Meade, a Anaya y al propio AMLO, hasta el momento no es posible hablar de “un rival más débil”. ¿Por qué?
1. Porque si bien el puntero en todas las encuestas se llama Andrés Manuel López Obrador, también es cierto que lleva casi 20 años en campaña y que tiene un conocimiento de casi ciento por ciento del electorado. Es decir, se trata del puntero porque era el único en campaña.
2. De esa manera, frente al altísimo nivel de conocimiento de AMLO y que asiste a su tercera elección, los números de José Antonio Meade resultan inmejorables. ¿Por qué?
3. Porque a pesar de que Meade arrastra no solo un bajo nivel de conocimiento, a pesar de que muestra un muy reciente ingreso a la contienda presidencial y a que paga los altísimos negativos del PRI, aún así compite por el segundo lugar.
4. ¿Y qué quiere decir lo anterior? Que frente a todas esas variables, el hecho de que Meade se mantenga en empate técnico con Ricardo Anaya y a solo seis puntos de AMLO, es la señal de que se trata del candidato correcto.
Dicho de otro modo, conoceremos al “rival más débil” de la presidencial, una vez que las encuestas sean levantadas en un piso parejo; frente a variables similares entre los tres aspirantes.
Hoy el puntero es AMLO porque lo conoce casi ciento por ciento de los electores y porque lleva 20 años en campaña.
Por lo pronto, nadie sensato puede cantar victoria y menos descalificar a ninguno de los contrincantes.
Al tiempo.