Pedro Haces, líder de la CATEM
¡Destruyen al país, para ser presidente!
La historia no es nueva. En su momento, el hoy presidenciable, Jorge Castañeda, inventó una supuesta ejecución en Tlatlaya, en el estado de México, por militares que presuntamente masacraron a toda una banda de integrantes del crimen organizado.
En esa ocasión, Castañeda y otros opinadores especularon que se trató de una ejecución militar contra criminales indefensos. ¿Por qué? Porque según la “chabacana idea” de Castañeda era “poco creíble” que todos los criminales hayan muerto, mientras ningún militar perdió la vida. Luego entonces, se trató de una masacre.
Todo a pesar de que la banda criminal era cinco veces más numerosa que los efectivos militares, a pesar de que un militar baleado estuvo al borde de la muerte y que los matarifes portaban más armamento y de mayor potencia que los propios militares.
El escándalo mediático, la insidia y la intriga fueron tales que aquellos militares que a riesgo de su vida enfrentaron a los criminales, fuero llevados a juicio. A la vuelta del tiempo, jueces civiles exoneraron a todos los militares. Y, como ya es costumbre, a nadie importó el descrédito de los uniformados —y de sus familias–, acusados injustamente y enjuiciados por cumplir con su deber.
Quedó claro, al final, que se trató de una insidia con fines político
electorales; venganza que exhibe la miseria social y política de actores de una clase política que vive del desprestigio institucional para obtener reta electoral y que –por increíble que parezca–, defienden a los grupos criminales. Hoy Castañeda es precandidato presidencial.
Pero la historia se repite con el ilegal candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien siguió el ejemplo de Castañeda y con montañas de mentiras cuestionó la eficacia de marinos y militares en un impecable operativo en Tepic, Nayarit, que terminó con el matarife motejado como el H2.
En abierta campaña proselitista –y sin que le INE diga nada–, Obrador inventó que en el operativo fueron masacrados niños. Luego dijo que jóvenes y, al final, volvió a cambiar la versión para señalar que masacraron a menores de 30 años.
Y AMLO se metió al tema no porque le importen las instituciones; se metió por la renta política para los candidatos de Morena, en una entidad en donde se elegirá el gobierno estatal el 4 de junio. Y, por supuesto, nunca dijo que los criminales recibieron a balazos a los uniformados y menos que portaban mejor armamento que los propios marinos.
Eso si, dijo que en más de una década de lucha contra el crimen nada se ha logrado y que “¡cuando sea presidente!”, acabará con las masacres, en alusión a que su hipotético gobierno –AMLO ya se asume como ganador en 2018–, no combatirá las bandas criminales, sino que esperará a que por obra y gracia del cielo, los malos dejen las armas, abandonen el rentable negocio del crimen y vuelvan al redil.
Sin embargo –y contra la costumbre–, el gobierno federal no se quedó callado. El secretario de Gobernación, Miguel Osorio, acusó a AMLO de usa con fines político electorales las acciones oficiales contra el crimen y le dijo que cuando era jefe de gobierno del DF, AMLO no hizo nada contra la violencia y el crimen y hasta se burló de la más concurrida manifestación de protesta por la incapacidad oficial en el combaste al crimen.
Y el caso más reciente de la miseria política con fines electorales lo vimos el domingo último, cuando Emilio Álvarez Icaza hizo pública su precandidatura presidencial. Por supuesto que –como cualquier ciudadano con derechos plenos–, tiene libertad de aspirar al puesto que quiera.
Sin embargo, lo cuestionable es que igual que muchos defensores de derechos humanos, Álvarez Icaza construyó su aspiración presidencial sobre la manipulación grosera del crimen de “los 43” y a partir del descrédito institucional.
Y es que desde su posición como secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Álvarez Icaza desacreditó la versión oficial del crimen de los normalistas y se erigió en defensor de la verdad absoluta.
Pero, en el fondo, el objetivo era claro. Aquí documentamos de manera repetida que detrás de la “mano negra” de Emilio en el caso Iguala, no había más que el interés de construir una candidatura presidencial, lo que fue negado de manera sistemática.
El pasado domingo, Álvarez Icaza anunció que buscará ser candidato presidencial independiente. Lo curioso es que sus aplaudidores son, al mismo tiempo, la claque de AMLO.
Dicho de otro modo, que asistimos a una simulación. Y es que, llegado el momento, la dizque candidatura independiente –junto con otras–, se subirá al tren de AMLO. ¿Y el país? ¿Y la congruencia? ¡Les vale madre…!
Al tiempo.