Ráfaga
Los mexicanos menores de 40 años no recuerdan que en su segundo informe de gobierno –en 1978–, el entonces presidente, José López Portillo, sentenció: “lo peor que le puede pasar a México, es convertirse en un país de cínicos”. En esos años era moneda de curso corriente la máxima: “¡el que no transa no avanza!”.
Y seguro esos millones de mexicanos menores de 40 están hasta la madre de los políticos corruptos y –en general–, de una sociedad corrupta. Por eso, seguro votarán por un candidato no corrupto; por el mesías de la política.
Pero, a 39 años, parece cumplida la maldición de “Jolopo”. ¿Por qué?
Porque al tiempo que menores de 40 condenan la corrupción, muchos de ellos aplauden la traición, deslealtad y el “chaqueterismo” político; festejan que se cumpla la máxima de “¡quien no transa no avanza!”.
Vivimos en el país de cínicos que pronostico “Jolopo”, otro cínico.
Y es que hay un políticos y dueños de un partidos que, en la plaza pública, invita a la transa; a la deslealtad, al engaño y la deserción. El mesías de la política que promueve la pureza, a partir del cambio de religión política.
Ese mesías pregona en la plaza: “Traicionen sus ideales y olviden sus creencias; sean desleales al partido que les dio vida política, puestos, dinero y todo; den la espalda a los principios y la doctrina partidistas, engañen a sus electores, a pesar de ser los más corruptos y… si me siguen, perdonaré sus pecados, por más corruptos que sean o hayan sido”.
Y muchos políticos, de todos los signos y credos, siguen el llamado del oportunismo, la deslealtad, el “chaqueterismo” y la transa. Los corruptos van detrás del perdón de sus pecados, porque el mesías promete no sólo perdonar los pecados, sino que garantizará impunidad legal y hasta nuevos cargos a quien lo sigan. Claro, sin importar el tamaño de las raterías.
Es decir, el mesías de la política combate la corrupción y a los corruptos con la fórmula mágica de que sean leales a su causa y traidores a su pasado.
Y es que en el reino del mesías de la política mexicana no existen leyes ni justicia para los corruptos y sus corruptelas. El mesías promete perdón e impunidad a los rateros, a cambio de sumisión a su causa y a su credo.
Por eso, el mesías pregona; “Venga a mi reino la corrupta clase política mexicana, del partido que sea; son bienvenidos y serán perdonados, a cambio de sumisión a mi proyecto y a mi coronación”. El mesías promete acabar con la corrupción, llevando a su templo lo peor de la política. Edificará su reino con los más corruptos.
El mesías cree que coronado por lo peor de la clase política, podrá instaurar el reino de la honestidad valiente en un país que ya no se llamará México sino “el Reino de la Morena del Perdón”.
¿Quién es más corrupto, el político que roba o el mesías que solapa y premia a los políticos rateros, a cambio de que lo sigan y aplaudan?
Por eso, en la puerta de su iglesia, el mesías colocó un simbólico comité de recepción; ¡un bote de basura! ¡La basura como símbolo de cambio!
¡Y que cada quien se ponga el saco!
Al tiempo.