Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
El pasado 15 de junio, cuando el número de víctimas por Coronavirus llegó a 20 mil en México, el título del Itinerario Político de esa fecha fue el siguiente: “¿Cuántos muertos más, presidente?”.
Hoy, dos meses después, el número de mexicanos que han perdido la vida por la pandemia triplica los 20 mil y, ante el asombro general, el presidente mexicano no solo alardea que “va bien” la estrategia de su gobierno, sino que, incluso, se da tiempo para promover “la rifa del avión” presidencial.
Y contrasta el cinismo del gobierno de AMLO y la pasividad de la sociedad mexicana, con la reacción del gobierno y el pueblo libanés, luego de la tragedia reciente, que costó la vida a 220 personas y lesiones a miles.
Sí, así de grotesca la diferencia entre el primer gobierno y su sociedad, frente al segundo gobierno y sus ciudadanos.
Por eso obliga preguntar.
¿Cuántos muertos necesita el presidente mexicano para entender que su gobierno, todo, es un fracaso; que ha sido y seguirá siendo fracasada y fallida su estrategia para contener el Covid-19?
Pero la pregunta también obliga a la sociedad.
¿Hasta cuánto está dispuesta a aguantar la sociedad mexicana, a un gobierno criminal, irresponsable e indigno, al que no solo le vale madre la vida, sino que se burla de la vida y de los ciudadanos?
Lo cierto es que al presiente mexicano lo menos que le importa es la vida de los ciudadanos; le vale “un pito” si muere o no, si pierden su empleo, si hoy son más pobres que en los tiempos neoliberales o si, por el contrario, mueren a causa de la pandemia o la violencia.
Pero también es verdad que la sociedad mexicana parece tener el gobierno que se merece; una sociedad apática, agachona, indolente que permite que su empleado presidencial se burle de ella.
Y es que, a pesar de la indignación colectiva, hoy la pandemia ya es igual de mortal que la violencia criminal; el virus mata a más mexicanos que las armas de los criminales y los mafiosos organizados.
Y, a pesar de todo eso, en México no pasa pada; el gobierno sigue engañando a todos y todos siguen aceptando a un gobierno mentiroso, como si se tratara de un juego sin fin.
En efecto, según cifras oficiales, hoy el número de muertes por la violencia es igual al número de fallecidos por la pandemia, lo que confirma que el fracaso oficial es igual de pernicioso en la pandemia, que, en la contención del crimen, lo que habla de un desprecio general por la vida humana, por parte del gobierno de AMLO.
Y es que, como saben los hombres de bien, la pérdida de una vida, por las razones que resulte esa perdida, es toda una tragedia humana y social.
En México, a causa de una pandemia mal manejada –por un gobierno irresponsable y de improvisados–, se han perdido más de 60 mil vidas, muchas de las cuales pudieron salvarse.
Pero, además, a causa de una caprichosa y hasta ridícula política de lucha contra la violencia –que pregona abrazos en lugar de balazos–, se han perdido otras 60 mil vidas de manera violenta.
Es decir, producto de la crisis sanitaria y de violencia, las cifras oficiales arrojan 120 mil muertes; 120 mil familias que están de luto; 120 mil tragedias familiares; 120 mil hijos, hijas, esposos, esposas que sufren.
Pero sin duda la tragedia mayor es que a pesar del tamaño de la desgracia, del dolor y a pesar de los cientos de vidas perdidas, parece que en México no pasa nada y a pocos les importa la vida; por lo menos no le importa al gobierno de López Obrador.
Y contrasta la irresponsabilidad del gobierno mexicano y de la sociedad de nuestro país, con otras culturas y otras civilizaciones que, por mucho menos que lo que ocurre en México, se han manifestado y reclamado la caída de los malos gobiernos.
Todos recuerdan el estallido presuntamente accidental de una carga de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, el pasado 4 de agosto, que costó la vida a 220 personas y provocó daños graves a 7 mil víctimas más.
La pérdida de esas vidas y las lesiones fueron suficientes para que la sociedad indignada saliera a la calle y exigiera la renuncia de un gobierno irresponsable que, a causa de su indolencia, fue culpable de la tragedia.
En pocas horas, todo el gobierno libanés había renunciado, avergonzado por lo ocurrido.
¿Y qué pasa en México, en donde se han perdido 120 mil vidas? ¿Qué dice la sociedad y qué responde el gobierno? Es penoso en los dos extremos.
El gobierno de Obrador no sólo se carcajea de los críticos de su fracaso, sino que propio presidente responde con la rifa de un avión que no rifará ningún avión.
Es decir, vemos pasar frente a nosotros la caricatura de gobierno que elegimos y, aún así, la mayoría de nosotros sonríe por una caricatura que, en realidad, es el espejo de nosotros mismos.
Sí, somos el espejo de la caricatura llamada López Obrador.
Al tiempo.