Libros de ayer y hoy
El cinismo es el sello de Palacio.
Y acaso la muestra más acabada del cinismo, en el gobierno de López Obrador, fue el perdón público que pidió el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encimas, a un puñado de chiapanecos, por la masacre de Acteal.
¿Y por qué fue un monumento al cinismo?
Porque si bien merece un aplauso que un gobierno ofrezca perdón por un crimen de Estado –como el de Acteal–, lo cierto es que el perdón oficial, por la masacre en Chiapas, no fue más que un circo “engañabobos”.
¿Por qué?
Porque en los 30 o 40 minutos que duró el montaje mediático del perdón oficial por la masacre de Acteal, en todo el país eran masacrados muchos mexicanos a causa del “valemadrismo oficial”; en esos minutos se cometía un feminicidio más y morían decenas de mexicanos víctimas de Covid-19, a causa de la torpeza oficial para atender la pandemia.
En pocas palabras, el perdón por la masacre en Chiapas no fue más que otro montaje del gobierno de AMLO para engañar a los ciudadanos, sobre los fracasos de la administración del tabasqueño.
Y es que a estas alturas –a 21 meses del gobierno de López–, pocos dudan que el sello del nuevo gobierno es el cinismo, no sólo del presidente Obrador, sino de sus secretarios de Estado, motejados por la voz popular como floreros.
Sí, muchos, en el gobierno de AMLO, han abusado del feo pecado del cinismo. Unos más y otros menos, pero casi todos son víctimas del contagio de cinismo.
Por ejemplo, han sido cínicos al engañar y usar electoralmente a los pobres, con mensajes como “primero los pobres”, cuando la realidad es que los pobres son los más afectados por el populismo depredador del gobierno de AMLO.
Son cínicos al hablar de “honestidad valiente” cuando, en los hechos, la pandilla de López Obrador es la banda de depredadores del dinero público, más acabada de todos los tiempos.
Son cínicos al hablar de la lucha contra la corrupción, cuando los más corruptos son el propio presidente, su prole, sus hermanos Pío y Ramiro López, además de sus cuñadas Concepción Falcón y Jessica Moreno y todos los amigos de Obrador, que roban a no sólo a manos llenas sino a placer.
Son cínicos al proclamar que su gobierno se guía por la máxima de “no mentir y no robar”, cuando el presidente mexicano es el más mentiroso del mundo; con más de 40 mil mentiras, en sólo sus primeros 21 meses de gobierno.
Son cínicos al prometer un crecimiento de entre 4 y 6 por ciento cuando, en los hechos, han llevado al país a la quiebra y han provocado la ruina de millones de mexicanos. Hoy volvieron al cinismo al pronosticar para 2021 un crecimiento de más de 4 %, igual al de Alemania.
Son cínicos cuando cuestionaron “los lujos” de Los Pinos y en el presupuesto para el 2021 la Oficina de la Presidencia pide casi 500 millones de pesos de presupuesto, más del 12 por ciento que en 2020.
Son cínicos cuando hablan de respeto a la Constitución y, sobre todo del respeto a libertades fundamentales, como la de expresión, cuando en los hechos, el de Obrador es el gobierno que más ha censurado, perseguido y difamado a los medios y a los periodistas.
En pocas palabras, el cinismo es una de las más exitosas políticas de Estado, en el gobierno de AMLO.
Sin embargo, el cinismo también tiene límites; el cinismo también cansa a los ciudadanos y también cobra facturas en votos.
Y es que a causa del mal gobierno y del cinismo de tratar de ocultar los errores garrafales de gobierno de López Obrador –errores que cuestan miles de vidas–, el presidente pierde, todos los días, miles de votos, simpatizantes y seguidores.
Por ejemplo, cada vez más mexicanos conocen el crimen de Estado que comete el gobierno de AMLO en la pandemia.
Ya se sabe que el número real de muertos por Covid-19, en México, está muy cerca de 200 mil y que el número de infectados llega al millón de ciudadanos.
Esos mexicanos muertos y enfermos tienen una familia que sufre y que vive en carne propia la tragedia producto de las mentiras del presidente. Y esos mexicanos no volverán a votar por Morena.
En el gobierno de AMLO pueden ser los campeones del cinismo, pero el desempleo, la pérdida de un ser querido, la quiebra de una empresa y la ruina familiar, no perdonan.
Y, tarde o temprano, López terminará abucheado por esos millones de defraudados.
Al tiempo.