Hablando en serio
La Suprema Corte de Justicia de la Nación está bajo asedio.
Desde Palacio se ordenó una grosera campaña de terror desplegada en las afueras del Máximo Tribunal, en donde a diario golpeadores a sueldo intimidan a las y los ministros.
También desde Palacio, todos los días el propio presidente insulta a los ministros y difama a una institución que se niega al control dictatorial, ya que por mandato constitucional la Corte debe ser contrapeso del jefe del Estado y del gobierno.
Además, desde Palacio se ordenó y se difunde una grosera y grotesca campaña de descrédito contra las y los ministros y contra la Suprema Corte toda, con la finalidad de justificar el odio que destila el presidente contra aquellos que no se someten a su voluntad.
Sí, desde su Palacio, el privilegiado “rey chiquito” –que tiene a su servicio a 160 empleados y todos los gastos pagados–, despotrica contra “los privilegios” de los ministros de la Corte, porque ganan más que el presidente, porque tienen seguros médicos y… nada que se compare al costo y los lujos de vivir en Palacio.
Y de la mismísima voz presidencial sale la amenaza de que en el próximo gobierno federal –con todo y la eventual reelección de AMLO–, los ministros de la Corte serán electos por voto popular, para lo cual la próxima legislatura deberá enmendar la Constitución.
Y también por orden del dictador, los 22 lacayos gobernadores de Morena se sumaron al asedio contra la Corte, persecución ordenada por el propio López y que serviles aplauden los mandatarios estatales.
Lo cierto, sin embargo, es que ni las amenazas, ni el asedio, ni las groseras campañas de descrédito contra el Tribunal Supremo cambiarán la división de Poderes que consagra la Constitución.
Y es que al día de hoy, ni el presidente ni su partido, Morena, cuentan con los diputados y senadores suficientes –con una mayoría calificada–, para una enmienda constitucional como la que pretende llevar a cabo el presidente.
Peor aún, en la elección federal del 2024, tampoco resulta previsible que el partido oficial y sus rémoras logren la mayoría calificada en las cámaras del Congreso de la Unión.
¿Y por qué no es previsible?
Por una razón elemental; porque si en la contienda federal de 2018 el arrastre de Obrador no fue suficiente para conseguir el control total del Congreso, menos lo lograrán en el 2024, cuando millones de mexicanos ya abrieron los ojos y otros muchos parecen arrepentidos.
Por tanto –y frente a esa realidad–, sólo existen dos posibilidades viables para que AMLO lleve a buen puerto su venganza personalísima contra la Suprema Corte.
¿Y cuales son esas dos posibilidades?
La primera, que Obrador recurra al golpe de Estado, con la ayuda de militares y marinos, a los que tiene comprados.
Sí, por descabellado que resulte y por locuaz que parezca, ese enfermo de poder llamado López es capaz de eso y más, con tal de alcanzar la anhelada venganza y el acariciado poder absoluto.
Y la segunda posibilidad es que en el 2024 López y Morena lleven a cabo un fraude electoral descomunal para imponer una mayoría espuria en el Congreso, para lo cual su apuesta es por la muerte del INE.
De esa manera, y una vez conseguida de manera espuria e ilegal una mayoría calificada de diputados y senadores, producto del fraude, entonces AMLO podrá hacer con la Constitución lo que le plazca.
Y también esa posibilidad queda dentro de los delirantes márgenes dictatoriales de un López Obrador que día a día se sabe más arrinconado por los fracasos, por su fallido paso a la historia y por un creciente repudio popular.
En realidad, el señor López sabe perfectamente que sólo podrá someter a la Corte mediante un golpe de Estado; sea un golpe militar violento o sea un golpe a las elecciones federales del 2024.
Tiene perfectamente claro que en una elección limpia y bajo la legalidad de un INE fuerte, su partido y sus candidatos poco tienen que hacer en la contienda presidencial por venir
Sabe con toda claridad que un gobierno legítimo producto de una alianza opositora, no perdonará el saqueo generalizado que han llevado a cabo todos los integrantes del gobierno federal, de los gobiernos estatales y, sobre todo, en instituciones como la Sedena y la Marina.
Y ese es el mayor peligro que corren México, los mexicanos y la democracia toda; que un arrinconado López Obrador cometa una locura para salvar su pellejo y para imponerle a 130 millones de ciudadanos un gobierno absoluto.
Y se trata de un peligro real, no de una especulación.
Al tiempo.