De norte a sur
Para poder subsistir las sociedades nos hemos dado un acuerdo o pacto. Sin ese pacto los muy distintos grupos sociales y los individuos caminaríamos a la colisión buscando defender cada uno sus intereses. Algunos destacarían sus intereses económicos, otros sus tradiciones, otros más sus creencias religiosas.
El Estado, su gobierno, sus instituciones y sus leyes, son representativos de los términos de ese pacto. También se incluyen en él todas las políticas públicas que son los vínculos más finos con los que pueden coexistir los individuos y los grupos sociales en cada tiempo coyuntural. De manera regular, en un régimen democrático, los términos de ese pacto se renuevan a la hora de elegir representantes y al optar por programas políticos. Eso ocurre dentro de la normalidad. Otra cosa es cuando una sociedad atraviesa por una etapa de crisis severa, en tiempos extraordinarios.
Está de más decir que la crisis ocasionada por la pandemia no sólo es local, es una crisis global, pero además es una crisis que está arrastrando y afectando a las diversas actividades humanas. La economía es una de esas actividades, que siendo esencial para el funcionamiento de la sociedad, al verse paralizada está generando un shock de consecuencias funestas para los intereses de todos los individuos.
Cuando las políticas regulares se han visto rebasadas por los acontecimientos, que pueden ser motivados por un evento climático, un terremoto, una guerra civil, por una epidemia o una pandemia, como la que hoy nos zarandea, las políticas necesariamente deben ponderarse y ajustarse. Casi siempre obligan a un redireccionamiento del ingreso y del gasto público y a otra jerarquización de prioridades. Cuando no se hace los acontecimientos minan con mayor velocidad la legitimidad de los gobiernos y la crisis termina manifestándose también como crisis de gobierno, crisis de gobernabilidad.
En tiempos de crisis la reconfiguración del pacto social siempre se impone como urgente e indispensable. Los gobiernos pueden buscar una salida autoritaria, sin consensos, si es que esa es su vena, e imponer a sus gobernados nuevas reglas, sean estas de seguridad pública, sanitarias, hacendarias, de observancia o no de los derechos humanos, de relación política o comunicativas. Pero pueden optar por una salida democrática apegándose a los valores que la caracterizan: el diálogo, el consenso, el respeto a la pluralidad, la solidaridad comunitaria, el apego a las leyes.
La reconfiguración del pacto social siempre tiene como mérito mayor la cohesión social, pero ayuda a la legitimación del régimen y su sistema de gobierno. La actualización del pacto en tiempos negros permite a sociedad y gobierno transitar por el oscuro túnel, vencer adversidades, salir airosos y al final verificar que los mecanismos institucionales y sus políticas han sido eficaces y lograron representar las aspiraciones de los ciudadanos cuando más las necesitaban.
Las políticas centrales del gobierno de la república han sido puestas en cuestión por la pandemia y aquellas que aún no han sido tocadas lo serán en las próximas semanas. Que éstas sigan operando como si la pandemia fuera inocua sólo indica falta de sensibilidad y precaución o un distanciamiento absurdo de la realidad que tendrá costos para todos los mexicanos.
Las discrepancias que ya han aparecido entre niveles de gobierno con respecto al manejo de los recursos públicos y la calidad de las políticas; las que surgen cada día entre los sectores económicos frente a la parálisis; las que comienzan a emerger provenientes de los desempleados o de los que están perdiendo sus ingresos diarios por la no realización de sus productos; las que ya se suscitan entre sociedad y gobierno; las que vendrán por la precarización general de la vida de los ciudadanos; todas estas discordancias necesitan espacios ─que hasta ahora no existen─ para analizar y acordar las rutas generales y las muy particulares que deben seguir gobierno y sociedad para salir lo mejor librados de la crisis.
Este debe ser el espacio del acuerdo nacional que todos los mexicanos necesitamos para reconfigurar el pacto social en momentos de tiempos negros. Quiere decir, que el gobierno está llamado a promover estos espacios para escuchar a la sociedad en sus diferentes preocupaciones, reclamos y propuestas y en ellos reconstituir nuestro pacto social. El ajuste, por la vía de la actualización de las políticas, es impostergable dado que la realidad mexicana ya en nada se parece a la que se diagnosticó en 2018 o en diciembre de 2019. Si no se hace el gobierno corre el riesgo de ser rebasado como ya pinta.
La consistencia democrática del gobierno en funciones tiene una oportunidad crucial para realizarse. Si los instrumentos de la democracia no se hacen efectivos en tiempos críticos como los que están en curso, quedará convocada la parafernalia cultural autoritaria que por siglos nos ha perseguido. La pandemia habrá entonces barrido también con la enclenque democracia.
La pandemia puede llevarnos con rapidez a los umbrales de la ingobernabilidad. La construcción de un acuerdo gobierno – sociedad es el instrumento político, que dentro de la democracia puede evitarla, y contribuir a superar la crisis habilitando la confianza de todos los ciudadanos en el gobierno y sus instituciones. ¡Ojalá haya voluntad política de todos para que ocurra!