Teléfono rojo
En esta orden de información hay que checar en cuántos municipios y entes públicos se intenta gobernar sin legitimidad, y las consecuencias que esto trae.
Por ejemplo, no debería sorprender lo que pasa en Ixtenco.
La población al oriente del estado tiene en Miguel Ángel Caballero Yonca un alcalde legal, pero no legítimo.
Me explico.
El Instituto Tlaxcalteca de Elecciones, en su memoria de las últimas elecciones de 2016, dice que en el municipio del oriente del estado participaron tres mil 726 votantes en la jornada electoral del mes de junio de ese año.
De ellos, sólo 521 personas le dieron el voto al actual alcalde que llegó al poder respaldado por el Partido Encuentro Social.
Es decir, tres mil 205 de las personas que votaron estuvieron en contra de su actual presidente municipal.
Lo que todavía es peor, según el Inegi, en San Juan Ixtenco habitan 6 mil 791 personas, lo que hace que las simpatías de Caballero Yonca sean aún menores.
Agreguemos a esta situación de ilegitimidad una mala administración manifiesta por más de un año, ausencia de carácter de la autoridad municipal, falta de resultados, poca transparencia y la necedad de mantenerse como alcalde.
Todo esto es la amalgama perfecta para el malestar de los pobladores, quienes ahora tendrán que esperar que los diputados regresen de sus vacaciones de semana para que le den respuesta a la petición de la mayoría de los pobladores, por no decir de todo el pueblo.
Guardadas las proporciones, algo similar pasa al interior del Instituto de Acceso a la Información Pública.
Cierto es que en este momento la situación al interior de este organismo parece estar más que descompuesta.
Pero nadie negara que la descomposición inicial de esta institución se dio por la falta de mayoría de Marlene Alonso, la presidenta legítima, al interior del IaipTlax.
Sumada a esa falta de tacto para controlar la situación por parte de quien se supone era la cabeza del Instituto, estuvo la falta de legitimidad con la que llegó al poder.
Pues para nadie es desconocida la negociación que hicieron las bancadas de la Legislatura saliente para integrar un organismo de transparencia que estaba mal hecho desde su origen.
Con la sospecha de exámenes a modo, prospectos a comisionados recomendados y reparto de cuotas en la integración de los empleados del mismo.
Los resultados hoy saltan a la vista.
Una presidenta sin carácter, que presume la titularidad de un organismo que no ha sabido encabezar por su falta de legitimidad.
Una presidencia puesta al servicio del Partido que la colocó en esa posición.
Bloqueando la transparencia y los accesos a la información.
Poco importan los ciudadanos, al fin y al cabo cuento con el apoyo del partido en el poder, el cual me presume en sus actos de equidad y reparto de cuotas, destacando que en mi calidad de mujer ocupo puestos, aunque en mi quehacer, deje mucho que desear sobre el buen desempeño de las mujeres cuando se nos da alguna responsabilidad.
Y al igual que en Ixtenco, poco importan lo que digan las mayorías, más aún si estas mayorías cometen atrocidades y desperfectos en su intento de hacerse oír, tratando de que se solucione la falta de legitimidad que no se dio desde el primer momento en que se integró su respectivo organismo, ya sea un ayuntamiento o una institución que debe tomar decisiones de manera colegiada.
Checar entonces en la búsqueda de información por qué en Ixtenco y en el Iaiptlax, al parecer, priva la falta de legitimidad entre quienes ostentan el poder y, aparentemente también, hay una guerra de la sinrazón en ambas partes: entre quien dice ser la cabeza y entre quienes no aceptan ser representados por quien no ha entendido que no se puede gobernar sin el respaldo de las mayorías.