De norte a sur
Hace apenas tres días que el país se estremeció con las aterradoras fotografías de dos descuartizados que fueron arrojados a la Avenida Insurgentes, sin duda la más transitada de la Ciudad de México, casi en el centro de la gran urbe.
Desconcertados o descontrolados, no acierto a decir cuál de las dos condiciones es peor para la inseguridad en la que vive una sociedad como la nuestra, aterrorizada por el incremento numérico y territorial de la violencia generada por el crimen organizado, los cuerpos de seguridad de los gobiernos de la capital y de la federación, aseguraban que no existían videos de ninguna cámara de seguridad que hubiera captado la acción perpetrada por los sicarios.
Y de pronto en un conocido portal de internet se dieron a conocer imágenes que captaban algunos momentos de esa siniestra demostración de poder criminal.
Una pregunta que inquieta es la siguiente: ¿Porqué ninguna de las corporaciones de seguridad, repetimos, del gobierno de la CDMX o de las fuerzas federales, hablaron de la existencia de esa grabación?
Si no lo sabían es algo muy grave que demuestra una vez más que están rebasados por la guerra que libran los narcos en todo el territorio nacional.
Y más preocupante es que, en caso contrario, si lo sabían cuál fue la razón de ocultarlo a la opinión pública, sin que esa secrecía se haya convertido hasta ahora en un avance palmario de las investigaciones del caso.
Para ambos cuestionamientos la respuesta es dramática y concluyente: el crimen organizado sigue rebasando la capacidad de contención que de él tienen los aparatos de seguridad del estado mexicano en cualquiera de sus niveles.
Las recientes agresiones a candidatos a diferentes cargos de elección popular como la de Fernando Purón Johnston, candidato del PRI a diputado federal en Coahuila o la del panista Alejandro Chávez Zavala, alcalde con licencia de Taretan, Michoacán que buscaba su reelección, son indicios del grave riesgo que corren a solo 10 días de que se celebren las mayores elecciones que ha tenido nuestro país, los aspirantes a la silla presidencial.
Desde Sonora, el candidato presidencial de la coalición “Juntos Haremos Historia”, Andrés Manuel López Obrador, juró por la memoria del priista Luis Donaldo Colosio que cumplirá sus compromisos de campaña, uno de ellos, es acabar con la inseguridad y la violencia.
El secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida anunció que las fuerzas federales brindarán protección a los candidatos a algún puesto de elección popular, sin importar que lo hayan solicitado o no.
Este anuncio del titular de gobernación se da en medio de un clima de violencia que alcanza niveles nunca antes vistos en contra de aspirantes a cargos de elección popular.
De acuerdo con el Indicador de Violencia Política en México 2018, realizado por Etellekt Consultores, desde septiembre del año pasado, cuando inició el actual proceso electoral, hasta el 12 de junio pasado, se registraron 113 asesinatos de políticos y candidatos en el país.
Pero la violencia no sólo arrecia en contra de los personajes del mundo de la política.
La sociedad en general está corriendo ahora un evidente grave riesgo.
Las cifras oficiales son un indicador de miedo: la inseguridad ha aumentado hasta 550% en este año en algunas entidades del país, como Nayarit y Guanajuato, que antes se consideraban seguras.
La Ciudad de México, otra urbe que antes eran considerada libre de la violencia que genera el crimen organizado, incluso se consideraba como una especie de zona neutral o refugio para periodistas y defensores de derechos humanos que huyen de las amenazas recibidas por realizar su trabajo.
No obstante, ya hace varios meses que el crimen organizado se instaló en la capital del país y sus pugnas por el control de los territorios ya son tan evidentes que resulta difícil e incluso innecesario negar los hechos, la realidad es que la “guerra de cárteles desata carnicería en la CDMX”, como tituló ayer el diario El Universal su nota de primera plana.
Por su parte, el periódico La Jornada, dirigido acertadamente por Carmen Lira, tituló su nota de ocho columnas con la siguiente cabeza: “Violencia criminal, un nuevo rostro de las elecciones”.
Este es el verdadero tigre que anda suelto, pero ya desde hace mucho, lanzando zarpazos por donde quiera, su violencia no tiene color ni partido. No discrimina.
¿Con qué información contará Navarrete Prida? Ya que su anuncio es claro: protección “lo hayan pedido o no”. ¿Estarán a aún a tiempo de detener al tigre?
La violencia sin duda tiene que ver con estas declaraciones, lo grave del asunto es por lo que en realidad representa.
Ayer publicamos en este mismo espacio que uno de los escenarios que pudieran alterar el proceso y los resultados de las elecciones, es precisamente la violencia ya sin control que ejerce el crimen organizado.
Ya que este fenómeno, sin duda, alterará la participación de la ciudadanía, sobre todo en las regiones donde han sido asesinados los candidatos antes mencionados.
Hecho que ha sido incluso recalcado por el propio el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, quien destacó: “en 1994, México ya fue a las urnas en un contexto de violencia y remarcó que “la elevada participación electoral registrada fue considerada como una expresión en la que los ciudadanos mexicanos le dijimos no a la violencia y sí a la democracia”. ¿Será similar en esta ocasión?
Lo cierto es que el recuerdo del crimen proditorio perpetrado contra Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas hace más de 20 años, vuelve a enseñorearse sobre el inminente proceso electoral que viviremos el 1 de julio próximo.